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DÍ rien > are > A ti nm 397 bajo de la purpura y del brocado haya ánimos más ulcerados que el cuerpo de un leproso. No ha habido criatura, á quien Lucifer haya tenido más aversion, ni mirado con más menosprecio, que la Virgen: pero nadie ha hecho una guerra 1más fuerte á ese caudillo de las tinieblas que esta misma Virgen. Para que Jesus sea vituperado de todos , Lucifer se vale de su Madre: si se encuentra ese Maestro divino rodeado de gentes sin nú- mero que lo tienen por un hombre extraordinario, por el gran Pro- feta, porel hijo de David, no falta alguno que viendo llegar á su madre y sus parientes, llama la atencion de todos los circunstantes para que juzguen por la pobreza de la madre lo que podrá ser el Hijo (1). No importa que Jesus hable de la ley y los Profetas, mejor que el mismo Moisés, y el mismo Isaías , ni que explique los salmos mejor que el mismo David que los compuso: Lucifer pone siempre en boca de los judíos el mismo menosprecio, diciendo éstos que no saben de dónde le vienen á Jesus las letras cuando todos conocen á su padre y á su madre que son dos pobres (2). Por su parte la Virgen hace á Lucifer una guerra dura y sin tregua: pero, es esta de tal naturaleza , que ni la noble combatiente dispara saetas contra Su ene- migo, ni lo provoca á la lid, ni ledirige la palabra. Lo único que hace es salirle siempre al encuentro para obcecarlo, para quitarle toda luz, para envolverlo en tinieblas, para llevarlo por fin al punto donde su propia malicia y dura obstinacion lo han de vencer y derrotar. Vana- mente intenta este ángel soberbio meditar con detencion las obras portentosas de Jesus, para rastrear siquiera por ellas, que él es el Me- sías, el Hijo de Dios: la Virgen le sale al encuentro, y Su sola pre- sencia lo ofusca y lo ciega: cuando quiere persuadirse de que quizás es verdad lo que sospecha , su soberbia le dice que nó, porque no es posible que Dios, á su parecer, se haga hombre, y mucho ménos que sea hijo de María , y mucho ménos todavía cuando ésta está casada con un hombre de la plebe, que tiene que sudar para comer. Asi pasó todo el período de tiempo que medió entre el nacimiento de Jesucristo y sú muerte y pasion: la Virgen cubriendo con su pre- sencia á su amado Hijo, para que no viese Satanás en él sino al hom- bre frágil revestido de la naturaleza humana deleznable y miserable, y cuando más al profeta, al justo, al que añadía un nombre más al catálogo de los siervos de Dios, pero jamás al Hijo de Dios, al que lo iba á vencer y arrojar de la fortaleza que ocupaba. Con estas ideas subió Lucifer al Calvario , cuando los judíos se apresuraban á consu- mar su obra de iniquidad: tambien la Virgen ha ido allí á salir al en- cuentro al dragon, á ofuscarlo , 4 endurecerlo en su obstinación, y á (1) Marc. cap. 6. v. 32. (2) Matth. cap. 13, v. 53.

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