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Sr Poe > 5 6, lll a E: e Jesus en la resurrección de los muertos, en la enracion de los sordos y paraliticos; mas, no obstante esos prodigios, su soberbia no le dejó creer que Jesucristo era Dios (1).» Podemos decir que Lucifer era un gigante que tenia sobre sus hombros una mole inmensa, que no le dejaba mirar al cielo. Púsole Dios este peso inmensurable , no deján- dole ver lo que el mismo Dios no quería que viese. Asi sele ve hacien— do esfuerzos inauditos para llegar á conocer quién era Jesus, pues en el desierto le acomete con atrevimiento, embozado en manto de hipo- cresía; aunque se queda en su anterior ignorancia: porque Jesus elu- de todas sus marañas, no echando mano para confundirlo de la sabi- duria de Dios, sino de la que es comun á los justos (2); más tarde se arroja á llamarlo en voz alta Hijo de Dios, pero Jesus lei impone silencio, y no le permite saber lo que él es (3). Sin embargo, es mayor la mole que él mismo se impone por su propia malicia: y debemos persuadir— nos de que si el mismo Jesucristo, revestido como estaba de la forma de siervo, hubiese dicho á Lucifer que él era la sabiduría del Padre, su Hijo, Dios de Dios, y luz de luz, Lucifer no lo habría creido y hubiera despreciado á Jesus así como los fariseos instigados por él lo despreciaban y ultrajaban, despues de ser testigos de maravillas, que sólo podía hacer quien fuese Dios, y despues de haber oido de sus labios que era Hijo de Dios, principio de todas las cosas, y juez de vivos y muertos. El mismo proceder tuvo Lucifer con la Virgen, cuya concepcion ignoraha, cuya virginidad y maternidad eran para él un caos, donde nada veía. Estos dos grandes momeotos habían pasado, sin que el enemigo los columbrase; y por más que viese, que los pastores y los magos viniesen á Lic al Niño que María tenía en sus brazos, no podía persuadirse de que ella fuese más que una mujer plebeya y de po0Ó valer: pues veía que no tenía casa ni hogar, ni riquezas, y que la había cabido en suerte un esposo, tambien plebeyo, pobre y sin más recursos que los que le proporcionaba su oficio de carpinte ro. ¿Qué venía á ser por tanto la Virgen á los ojos de Lucifer? Un sér de poca importancia, si quizás no la reputaba por una mujer vituperable , que siendo tan hermosa y agraciada, que podía haber sido algo en el mundo, se habia degradado hasta el extremo de darsu mano á un po- bre menestral, que tenia que sudar para darla un pedazo de pan, y albergarla en una mala choza. No hay que afanarse mucho para obtener una demostracion de esta verdad: la historia de Jesucristo es la de su Madre, y en aquélla encontramos bien consignadas las ideas que tenía L ucifer sobre Jesus (1) Div. Anselm, in cap. 4 Matth. (9) Matth. cap. 4, vv. 4410. (3). Marc. cap. 1, v. 23.
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