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530 gen parece que se convierte en un nuevo sér, porque quedando en es- tado de criatura, adquiere propiedades que la separan en cierto modo. de la limitacion propia de su naturaleza. No se concibe cómo la inmen— sidad de Dios cabe dentro'del seno virginal : si se lo preguntamos al ángel, lo ignora: sí se lo preguntamos ála misma Virgen, no nos po- drá decir, sino que, siendo Dios eterno, inmenso é infinito, no pue- de conocer límites; mas, que entre tanto ella lo lleva en su seno. Véasesi la palabra de la Virgen ha tenido fuerza en las regiones, donde el ángel es nna arista, el hombre un átomo, y todo es nada comparado con el Omnipotente: todas las grandezas de la creacion, todas las maravillas del mundo, todos los espacios de los cielos son un punto diminuto, que entra en el último seno del corazon de la Vírgen: ésta contiene dentro de sí al que no cabe en los cielos y en la tierra, ni en mil millones de mundos que hubiera, y encierra un mundo nue- vo de bellezas inefabies , cuales son, Dios unido al hombre, el hom- bre unido 4 Dios, el corruptible al inmortal, el limitado al infinito, el sér de un instante al eterno, el imperceptible en su pequeñez al in- menso. Esa palabra de la Virgen no es como las que los hombres pronuncian , las cuales, cuando más, son un deseo, una aspiracion, un sentimiento; este hágase en los labios virginales es una palabra de mando, y Dios quiso que 4 su impulso se hiciesen cosas infinita— mente mayores, que cuando él mandaba que el mundo saliese de la nada. La dijo “y fué causa de que fuese criada el alma del nuevo Adan, que daría al linaje humano los derechos que le quitó el pri- mero, de que se formase su cuerpoy de que se uniese á esa natura= leza humana el Hijo de Dios (1): la dijo, y en el mismo instante , se (4) Si se considera á la maternidad natural tan sólo en los efectos inmediatos, hay que decir que su único oficio es concebir, engendrar, y dar á luz un cuerpo semejante al de la naturaleza, en la cual se for- ma el sér engendrado. Sin embargo, hay que considerar á la materni- dad con relacion á todo lo que es consiguiente á la concepcion y gene- racion. Llamamos madre á una mujer grávida, y no decimos que es madre de un cuerpo, porque este no constituye más que una parte del compuesto humano: pero tampoco decimos que sea madre del alma, que es la otra parte de ese compuesto, y, en verdad, la más noble. Decimos que una mujer es madre, y no decimos por qué lo es: y enrea- lidad lo es, porque si bien ella no ha hecho más que concebir y engen- drar el cuerpo, ha sido causa dispositiva como dice Santo Tomás (4." art. queest. 148, art 2, v. 3), para que Dios criase el alma, y la infun- diese en el cuerpo. Pero, resultando de la animacion del cuerpo por la union del alma, una naturaleza singular, la cual subsiste con su propia personalidad , decimos que una mujer es madre de aquel hombre que ha dado á luz, es decir, no madre del cuerpo, que ella ha penado. no madre de aquella alma, que Dios ha criado, sino madre de aquella per- sona humana, que es su hijo. Es necesario tener esto presente, para en- tender bien la razon potísima de la maternidad divina de la Virgen. Ella
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