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pe e E: y ' po i 8 A a A nao 548 mismos dardos van lanzados en seguida contra Lucifer, y lo traspasan de parte 4 parte. Pero, ¿cómo? ¿en qué consiste esa herida? En que sólo una palabra de la Virgen destruye además todas las obras de Satanás, y devuelve á la descendencia de Adan con mil ventajas los derechos que le quitó aquel tentador, induciendo al padre de todos los hombres 4 pecado. «Muy bien afirma María, dice San Agustin, que el Señor miró tan sólo á su humildad, porque la naturaleza hu— mana, que había perdido el favor de Dios par la soberbia , lo recuperó en María por la humildad. En ella el Verbo del Padre tomó la sus- tancia del cuerpo, que unió á sí mismo: vino á esa misma naturaleza, que había rechazado anteriormente, para ensalzarla por su miseri- cordia, porque ella por su profunda humildad no se creyó más que la esclava: y por eso mereció ser la Madre de la sublimidad, porque no penso sino en la servidumbre de la humildad (1) » «Oh verdade— ramente dichosa humildad, que dió á los hombres un Dios, proporcionó vida 4 los mortales, renovó los cielos, purificó el mundo, abrió el paraiso, y robó al inferno las almas de los hombres (2).» Qué larga, qué ancha, qué profunda y qué incurable sea la herida que hace la Virgen á Lucifer, no lo podemos saber sino estudiando el sentido de sus últimas palabras al ángel en la relacion que tienen con las obras de Dios: mas, para conseguirlo, es preciso elevarse en las alas de la fe, y considerar uno por uno los sucesos que se enca= denan en la region invisible y en la visible, y entónces rastrearémos algo de esas bellezas inefables que han salido de aquel Hágase, el cual apénas fué pronunciado por los labios de aquella niña, fué el tema de un cántico nuevo que entonaron los ángeles, sin que hayan podido concluir su última estrofa, porque es el himno de la eternidad. Hay ciertos momentos en la vida de la Vírgen, cuya considera- cion le hace 4 uno tener pesar de ser mortal y morador de la tierra, porque se ve uno como oprimido, sin fuerzas para moverse, sin len- gua para hablar; el espíritu mismo entra en una atonía que paraliza sus vuelos, y no puede hacer más que. mirar de hito en hito sin har- que ni la virginidad de María habría agradado al Espíritu Santo sin la humildad. ¿Sobre quién descansa mi espíritu sino sobre el humilde, segun se ha escrito en los profetas ? No dijo sobre el que es virgen, sino sobre el que es humilde. Si no ht:biese sido humilde la Vírgen, no ha- bría reposado sobre ella el Espiritu Santo ; y entónces no habría conce- bido de él: porque ¿cómo concebiría de él sin él? El Padre, por tanto. más miró ála humildad que á la virginidad, para que concibiese del Espíritu Santo, Si agradó mucho á ios por la virginidad, concibió por la humildad. Por lo que consta, que para que María agradase por la vir- ginidad. fué necesario que la precediese y acompañase la humildad. » (Homil. sup. Missus est.) 8 Div. Aug. super Magnum sign. (2) Div. Aug., serm. 35 de Sanct.

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