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539 tesoro que el Señor, á quien quiero servir en pureza y virginidad! ¿Cómo ha de suceder esto, oh ángel de Dios? Me anuncias que ese hijo que voy á tener, será el hijo de David tan deseado, el que va á reedificar su tronu y formar un imperio sin fin, el que reinará en la casa de Jacob para siempre; pero ¿que serán todas esas glorias para mí, si no conservo la joya de mi alma, lo único que deseo tener, la virginidad? ¡Angel de Dios! Bien sabes que toda carne ha corrompido sus caminos: bien conoces , que ánn de las cosas lícitas usan los hom- bres ilícitamente, y que hasta las promesas admirables, que ha hecho Dios á mis antiguos ascendientes, no las desean ni las buscan quizás los hombres sino por motivos bajos y terrenos. Por eso he querido yo renunciar á todo placer, y áun los lícitos y honestos los he sacrificado en las aras del amor de nuestro Dios amantísimo : por eso he renun- ciado á toda alianza terrena, y á todo consorcio con varon: soy virgen y quiero ser siempre virgen: virgen en el alma, virgen en el cuerpo, virgen en mis pensamientos, virgen en mis deseos. Y siendo este mi propósito inmutable , ¿cómo he de ser madre? Está dicho ya el por qué de ser la Virgen Reina de los Patriarcas, áun prescindiendo de «su dignidad de Madre de Dios: «Sobrepuja á toda la naturaleza humana, dice San Pedro Damiano, por una digni- dad de méritos la más excelente y sublime. No puede compararse con esta Virgen el nobilígimo coro de los Patriarcas, ni el número glorioso de los Profetas, ni * senado de los Apóstoles, ni el ejército glorioso de los Mártires, ni alguno de los Padres del tiempo antiguo ni tam- poco alguno de los que la han seguido despues (1). » Cuando esta Vir- gen vino al mundo, estaba la naturaleza humana divorciada de su objeto y desu fin. Los hombres amaban , ¿y cómo no habían de amar, si Dios nos ha dado un corazon cuya vida moral es el amor? Pero amaban lo que no era digno de ser amado: amaban el oro, las ri- quezas, las glorias mundanas, los placeres y la sensualidad. El linaje humano estaba qneriéndose saciar con lo que le daba para alimentarse el amo cruel á quien servía : le daba vanidades y deleites del sentido: peru en cambio le hacía pagar caro sus goces: pues lo tenía esclayi- zado y sujeto á su cetro de hierro. Pero aparece la Virgen, declarando guerra al tirano, no ya hi- riéndole á él tan sólo en el corazon, sino inspirando en las víctimas de su tirauía ideas nobles, que les hagan comprender lo que valen ellas mismás por su sér, y lo sublime y grande que es para el que ama, amar lo que es digno de ser amado, y lo mucho que se envilece quien ama lodo, la basura y la vileza, estando en armonía y contacto con lo celestial, con lo precioso y lo ensalzado de los cielos. Y no (1) Serm. in Natal. Deipar.

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