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Vi | ó 538 de tantas hijas de Abrahan como ha habido, ninguna ha tenido la idea de hacer voto de virginidad: la primera que lo bace es la Virgen, y precisamente á ella se la dice de parte de Dios, que va á concebir y parir un hijo, el cual ha de ser grande y se ha de llamar Hijo de Dios, y se ha de sentar en el trono de su padre David, y reinará en la casa de Jacob para siempre (1). Lo habrá pensado bien esa niña? ¿ Podía sospechar , que vendría acaso un momento en el cual tuviera que va-= cilar entre ser siempre virgen, ó elegir ser madre? ¿Habrá habido en el corazon de esa niña tierna, siquiera una ligera sombra de duda, de oscilacion, ó de irresolucion? Veámoslo. Jamás mujer alguna se ha visto sorprendida con semejante pers- pectiva de grandeza, majestad, gloria y poder. ¡Qué dignidad !¡Qué ho- nor! ¡Que porvenir! ¡Ser madre del Rey del mundo, del Emperador uni- versal! ¡Tener que llevar en sus brazos al que han de adorar los pue- blos de la tierra; al que ha de ser servido por losangeles, al que ha de fundar un reino que dure los dias de la eternidad ! ¡Recibir en su seno al que se llamará Hijo del Altísimo, al suspirado de todas las genera- ciones para ser bendecidas, al que ha de hacer morder el polvo á cuan- tos quieran oponérsele en sus designios! Esto era inaudito y pasaba más allá de lo que podían desear todas las mujeres juntas, porque las que más sabían, reducían su esperanza y su saber á lo que la fe les ense- ñaba entre sombras sobre el Mesías venidero. Y..en ese asunto poco más sabia la Vírgen en cuanto al modo de su venida: y hay que no- tar que el ángel la dice que va á ser madre sin decirla cómo: y por lo tanto, ella como prudentísima piensa que ninguna mujer puede ser á un mismo tiempo vírgen y madre, si se atiende á las leyes de la na= turaleza; reflexiona sobre lo que el ángel le anuncia y deduce que estando en pié su promesa que ha hecho á Dios de ser virgen, no puede admitir lo que el embajador celestial la anuncia: la Virgen pide explicaciones. De las palabras de la Vírgen se deduce que su corazon es una roca en el voto que tiene hecho, y se ve por ellas que ninguna grandeza terrena ó celestial ha entrado en la balanza de su alma á competir con la pureza virginal. Este es el pensamiento primero, el más inti— mo, el más encarnado en su alma, el ser siempre virgen: y así se lo dice al ángel. ¿Cómo ha de ser esto, le dice? ¡Yo ser madre, cuando no conozco varon! ¡ Yo tener un hijo, siendo así que he consagrado á Dios mi cuerpo junto con mi corazon desde mi infancia! ¡ Yo he de entrar en los vínculos de la maternidad, habiendo preferido ser vír- gen á todas las grandezas, y prefiriéndola ahora mismo á todos los tronos! ¡Yo que en los cielos y en la tierra no tengo más bien ni más (1 Luc. cap. 4, v. 32,

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