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535 ba á la Virgen sin cesar; pero no sabía nada de lo que le pertenecía (1). Sin embargo, esta Vírgen estaba disponiéndose á atacar á Lucifer de dos maneras; una dándole una herida mortal en el corazon, pues iba ella 4 edificar por la humildad lo que él habia destruido por la soberbia: otra, publicando en el linaje humano una guerra universal para romper el yugo de ese tirano. La Virgen, en una palabra, iba á declarar la guerra á Satanás en su persona y en sus dominios, y esto se cumplió cuando el Hijo de Dios ibaá bajar del cielo á las entrañas de María. Vamosá contemplar á esta hervina enseñando al linaje de sus padres el arte de vencerá Lucifer, para contemplar despues la destreza como ella saca las saetas, y entesa el arco y las dispara con- tra el enemigo, clavándoselas en su corazon. e. 1. El gran imperio derribado. Es sabido que con la rebelion del primer hombre sucedió en la tierra lo mismo que había acaecido en el cielo. Hubo una ruptura formal entre Dios y el hombre; éste tenía su corazon lleno de los encantos del amor de las cosas del cielo, hasta que abrió ese mismo corazon á sugestiones malignas, y entónces el amor de lo bello, de lo sublime, de lo que hace feliz á quien lo posee, se subió por decirlo así al paraje de donde habia bajado, y el hombre empezó á amarse de- masiado á sí mismo, y despues echó miradas ávidas y ansiosas sobre lo que veía; amó lo que no lo hacía feliz, puso su corazon en las riquezas y se deleitó en el fango de la sensualidad. San Agustin con la elevacion de su ingenio describe lo que acaeció en ambas regiones, la del cielo y la de la tierra.» Dos amores, dice, se hicieron para si dos ciudades, terrena una, celestial otra: el amor de Dios con me- nosprecio de sí mismo echó los cimientos de la ciudad celestial: el amor de sí mismo con menosprecio de Dios los de la terrena (2). Desde aquel fatal acontecimiento el género humano fué el retrato verdadero de un principe nacido en cuna de oro, educado en modales cual conviene al hijo de un rey, el cual, llegando 4 la edad vigorosa, se deja arrastrar de las pasiones degradantes, da su corazon á las ra- meras , se entrega á toda clase de liviandades, y desterrado por fin del reino por haber añadido á sus costumbres depravadas la rebelion contra el rey su padre, se olvida de su nacimiento, hace trizas el último retazo: de púrpura que le quedaba como resto de su grandeza real, y al fin se revuelca en el fango de las orgías entre las heces de (1) Jacob. Monach. , serm. in Desponsation. Deipar. (2) Div. August. , de Civit. Dei, lib. 14, cap. ultim.
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