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527 cosas perdidas no quiso devolver al hombre en esta vida más que una, y era la gracia para que fuese su amigo y acepto á sus ojos, borrando el reato del pecado original con la gracia santificante, y dándole cuantas gracias actuales necesitase, para cooperar á los méritos de su Hijo y ganar la corona la gloria. En cuanto al cuerpo lo dejó en las condiciones propias de su naturaleza, quitando al hombre por castigo, lo que se le había dado por misericordia, y no era una exigencia de la naturaleza misma. ¿Qué es por lo tanto lo que hereda de Adan esta Vírgen que es hija suya? Una naturaleza singular la más perfecta que ha producido el árbol del linaje humano: un cuerpo perfectísimo, al cual sólo le faltaría la inmortalidad miéntras estuviese en la tierra, por confor- marse al de su Hijo, el cual siendo Hijo de Dios, tuvo cuerpo mortal, pasible y corruptible hasta el dia en que resucitó de entre los muer- tos. Pero al mismo tiempo, su alma no conoce reato alguno de culpa, es pura y sin mancilla, por estar asi decretado de Dios, no sólo antes que existiese su primer padre, sino ántes que Lucifer saliese de la nada. Dios había decretado que la Virgen triunfase del enemigo comun , y ni un solo instante vió á esta Vírgen la mente divina sin que fuese triunfadora. Es su triunfo el efecto de una ley singular que el entendimiento divino concibe y su voluntad sanciona; y no depen— de la ejecucion de esa ley de acto alguno que realice la eriatura, sino de la voluntad soberana del Criador. Así, verémos que Dios mismo explora la voluntad de la Vírgen para que consienta en ser madre suya: pero si bien ella acepta la mision que la da el cielo, y hace una intencion formal de cooporar á la redencion del mundo, en alcanzar la victoria más acabada sobre el enemigo al venir al mundo, no hay que mirar más que al decreto eterno, inmutable é irrevocable de Dios. Dios tenía dispuesto desde la eternidad, que su Hijo huma- nado redimiese á todos los hombres, salvándolos de la enlpa despues de haber caido en ella, excepto á la nobilísima mujer que estaba predestinada á concebirlo y engendrarlo en su seno santísimo: pues á ésta: debía redimirla de otro modo, preservándola de toda caida, criándola pura é inmune de toda mancha, para que al momento mis- mo de empezar á existir estrellase al ángel caido, y apareciese entre los hombres, tal como la tenía en su mente divina desde la eternidad el Padre que enviaria al Hijo para que tomase la naturaleza humana, juvenil al cuerpo. Es cierto que el alma recuperó la gracia para la remi- sion de la culpa y merecer la gloria; pero no pa causar la inmortali- dad del cuerpo, porque esto estaba reservado á Jesucristo, que había de reformar la naturaleza homana sanando sus heridas, y merecería la resurreccion de todos los hombres. (Vid. Div. Thomze, part. 4. quest. 97, art. 1.)

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