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324 Dios y examinó Jo que había ocurrido: habló Adán, y confesó el hecho, disculpándose con su mujer: habló ésta, confesando tambien lo ocurri- do, diciendo que la serpiente la había engañado; entónces Dios abrió sus labios y pronunció aquellas palabras que fueron el consuelo del mundo y el terror de Lucifer, anunciando á éste que una mujer que— brantaría su cabeza: y en seguida se dió publicidad á las leyes penales á que el hombre y la mujer quedaban sometidos en punicion de su cul- pa (1). En esta escena hay dos derrotas para Lucifer: una presente, que consiste en no haber destruido el fin último, para el cual Dios criara al hombre, que era la entrada en el cielo, porque cuando éste se-hacía indigno de entrar en él por su apostasía , Dios se lo abría de nuevo por los méritos ya previstos de su Hijo, y otra futura, cual era el haber de venir al mundo una mujer, hija de Adán y Eva, que se bur- laría de todas las marañas y ardides del enemigo, y le romperia la ca- beza cuando él ménos lo pensase. Esta mujer es el gran arcano de la ciencia de Dios. ¿Qué sabe Lucifer respecto de ella? Sólo una cosa, y es que ha de haber enemistad eterna entre ella y él, y que ella le ha de estrellar su cabeza. Y es preciso creerlo: el mayor tormento que ha tenido Lu- cifer es este: la perspectiva sola de esta derrota lo atormentaba más que las mismas llamas del infierno. ¡Ser derrotado, y derrotado por una mujer! ¡Oh! Era esta la más horrible punicion para su soberbia y altanería. Otro tormento era el no saber el modo: porque él sabía muy bien ,que había introducido dos cosas en el mundo, que eran la muer- te del alma, atendido que, consumada la apostasía de Adán , todos sus hijos contraían este reato y eran dignos de la ira divina y de pena eterna , y la muerte del cuerpo, pues todo hombre había de padecer en castigo de la culpa original la separacion del cuerpo y del alma, convirtiéndose aquél en tierra. La bestia sanguinaria que ha sido ho- micida desde el principio (2), 4un en medio de su derrota tenía alguna complacencia : sabía que tanto la muerte eterna del alma como la tem- poral del cuerpo serían anuladas, porque Dios lo habia decretado así en su misericordia: pero no podia llegar á entender cómo esa mujer, que se la anunciaba como su antagonista, podría darle á él una bata- lla. Mal que le pese, decíase á sí mismo, esa mujer ha de ser hija de Adan, y no tiene evasiva para no incurrir en la culpa con que ha de venir al mundo, como hija de ese padre contaminado: y ¿qué importa que ella venga á romperme la cabeza, si ántes que pueda nacer del vientre de su madre para prepararse á combatir conmigo, yo la he decontar en el número de mis esclavos? Que venga puesesa mujer: que ella podrá estrellar mi cabeza , aunque yo lo dudo; pero yo tendré la satisfaccion de haberla estigmatizado ántes con la marca de mi servi- (4) Gen., cap. 3, vv. 6 hasta 19, (2) Joann., cap. 8. v. 44.

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