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593 muy bien que el hombre tenía una alma inmortal y destinada á amar á Dios y adorarle en esta vida, para despues gozar de él eternamente en la otra, debiendo de participar el cuerpo tambien de la dicha de ser inmortal en el cielo: sabía que aquellas sillas que él y Sus secuaces habían dejado en el cielo, estaban destinadas al hombre , y lo devo- raba una envidia, propia sólo de él. ¡El hombre tan feliz, y él tan desgraciado! ¡El hombre destinado al cielo, y él á los fuegos del averno! Lo pensó, lo ejecuto, tentó ála mujer, la engañó; consiguió que ésta engañase al hombre, y á su parecer salió con su intento. Creyó que la victoria era completa; supuso que el hombre estaba tam- bien arrojado como él para siempre del cielo, y que había conseguido anular los decretos de Dios : pero léjos de eso, Lucifer fué derrotado. La gran derrota de Lucifer en el paraiso está precisamente en que, persistiendo él siempre en el empeño temerario de ser semejante á Dios, juzgó la ciencia infinita de éste por la suya propia. Pensó que Dios no tenía más medios de llevar al hombre á las sillas del cielo, que aquel que había manifestado despues de haber criado al mismo hombre; y estaba orgulloso y altivo, no sólo dando al hombre caido una mirada desdeñosa, y dirigiéndole una risa llena de sarcasmo, sino hasta miran- do de reojo al cielo, como insultándolo, como echando en cara á su Ha- cedor que si en la primera batalla había sido suya la peor parte, por- que estaba en las alíliras del cielo; en la segunda había alcanzado victoria , habiéndose hecho dueño de la tierra y esclavizado al hombre que se tenía por rey de ella. Pero no duró mucho la arrogancia de Lucifer: porque muy pronto oyó otra serie de decretos que el Criador le notificó 4 él y las víctimas de su envidia. Y ¿qué decían estos decretos? Que el hombre en castigo de su desobediencia quedaba sujeto á trabajos y sudores hasta que bajase al sepulcro, y que la mujer, en justo castigo tembien de haber engañado á su esposo y ofendido á Dios, padecería trabajos y dolores y viviría sujeta siempre al varon. Este castigo era temporal: pero en cuanto al eterno, en cuanto 4 ir á acompañar á Lucifer en los fuegos jnextinguibles, en cuanto á no ocupar en el cielo los asientos que él y sus secuaces habian perdido, este enemigo vió que se había engañado: pues Dios le prometió que una mujer desharía con su planta ese edificio de iniquidad, que él había levantado. ; Aquí, como se ve, el legislador supremo procede con toda la inde- pendencia propia de su naturaleza: condena á todos los hombres 4 lle- var una vida de trabajos, á caer bajo el yugo del pecado, y sufrir sus terribles consecuencias en el mundo presente y en el venidero: pero ad- viértase que ánles de publicar la ley en que se comprende 4 todos los hijos de Adan, se ponen las excepciones. En el órden del tiempo las cosas marcharon así: Lucifer engañó á4 Eva, y comió ésta de la fruta vedada: Eva se la dió 4 Adan y tambien comió: al poco se presentó
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