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522 Entre tanto, cuando este mundo visible empezaba á contar los años de su existencia, quiso Dios publicar esa serie de decretos, no para darles una existencia, que no tuviesen, sino para que fuesen conocidos de los séres racionales á quienes importaba mucho su ejecucion, siendo éstos el ángel y el hombre. A uno y otro manifestó Dios cuál era el objeto y el fin de su creacion: uno y otro supieron que habían de vivir eternamente ea compañia de Dios en el cielo; y sólo hubo la diferencia entre el primero y el segundo, de tener que pasar éste algun tiempo de peregrinacion en la tierra, ántes de ser trasladado al paraiso de la gloria. Había empezado en efecto á cumplir sus años de peregrinacion en la tierra, cuando Lucifer envi- dioso de la suerte del hombre formó el proyecto de derribarlo de la cumbre de dicha en que estaba, teniendo dos fines en su empresa, el dicho, y el de destruir lo que Dios había hecho y anular sus decretos. Muchos siglos ántes que Lucifer fraguase proyecto semejante estaba descrita en la mente divina la victoria que la Virgen había de alcanzar sobre él, y precisamente por sus maquinaciones inicuas deján- dolas sin resultado. Es necesario penetrar -el verdadero fin de Lucifer en derribar á nuestros primeros padres , para verlo frustrado en sus designiós primitivos y no menos en los posteriores. Bien sabia Lucifer que el hombre, por medio de la justiciaoriginal y la gracia santificante, era felicísimo en este mundo, y no había de conocer ni los dolores, ni los trabajos, ni la muerte temporal. Pero ¿qué le importaba á. €l todo esto? ¿Podía tener envidia al hombre porque habitaba entre florestas y vergeles, rodeado de delicias y sin padecer dolor, y en la especta- tiva de no morir? Cosas había de mas entidad para Lucifer: sabía serán cosa pasada, miéntras tú eres siempre el mismo. + (Lib, 44, cap. 13, Confession). «Los años de Dios, añade, son la eternidad de Dios: la misma eternidad es la sustancia de Dios, que nada tiene de mudable. Allí nada hay pasado, nada venidero y todo presente. » (Serm. 2, n.* 40, in Psalm. 101). Debiéramos en verdad, como dice el mismo Santo, pu- rificar nuestras almas ántes de hablar de la naturaleza de Dios, para poder mirar de alguna manera á la luz increada. ¡Miserables hombres! Cuando queremos explicar la naturaleza divina, no podemos prescindir de la limitacion de la nuestra : lo que Dios hizo lo llamamos pasado, sin serlo para Dios; lo que sucederá mañana, lo llamamos futuro; y tam- poco lo es, porque para Dios no hay más que un acto y es eterno, una intuision y es eterna, y un modo de existir, y es eterno. El tiempo existe en Dios, no Dios en el tiempo; y nosotros tenemos tantas intuiciones y tantos actos, cuantos son los distintos instantes del tiempo en que vi-- vimos. «Dios, dice Tertuliano, posee perfecta y simultáneamente lo pre- sente, lo pasado y lo venidero. Si se envejeciese, concluiría : si empe- zase, no habría precedido al tiempo. » (Lib. 1.* Contr. Marcion., cap: 8.) Dios es siempre el mismo en sus pensamientos, y aunque ha eriado el mundo en un momento dado. nise ha mudado ni puede mudarse, por- que es esencialmente inmutable y eterno.
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