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520 un odio mortal y encarnizado. Y estaba esto en el órden natural de las cosas, porque la Vírgen y Lucifer son los dos séres que distan más entre si, entre cuantos han salido de las manos de Dios. La Vír- gen es lo más santo, Lucifer lo más pecador : ella lo más humilde, él lo más orgulloso : ella lo más puro, él lo más hediondo: ella lo más manso, él lo más altivo: ella lo más sumiso , él lo más rebelde: ella lo más obediente , él lo más feroz: ella lo más pacífico, él lo más san- guinario: ella lo más compasivo , él lo más tiránico: ella la más amiga de la gloria de Dios, él el mayor destructor de la religion y piedad y de la gloria del Altízimo. No era posible que estos extremos se uniesen jamás: Lucifer estaba contando los tiempos y midiendo los siglos, y examinando uno por uno á cuantos hijos de Adan salían al horizonte de la vida. Sus designios eran los mas ínicuos, pues así como había conseguido ir echando la cadena de la esclavitud del pecado á cuantos habían nacido del linaje humano , así esperaba hacer otro tanto con la mujer, su enemiga capital, creyendo que quizás la cogería por sopresa y se haría dueño de ella, ántes que pudiese entrar en combate con él. Pero sucedióle muy al revés: el tiempo anunciado por Dios llegó: y en vano estuvo el enemigo poniendo asechanzas para ver si podría siquiera elavar el aguijon en el calcañar de la que tanto odiaba: ella pasó por encima de él, y le dió tal golpe con su pié virginal en la cabeza, que se la estrelló, En este primer encuentro de Lucifer con la Virgen le sucedió lo que ya le había acontecido en el paraiso: aquí como allí lo cegó el or- gullo, y teniéndose por tan sabio que quiso disputárselas con Dios, se encontró no ménos sorprendido que humillado, al ver que no había conseguido lo que intentaba. ¿Qué intentó Lucifer con derrocar á los primeros padres de la dignidad en que estaban , y de la dicha que te- nian? Destruir las obras de Dios, anular sus decretos, y otro. tanto fué lo que se propuso, cuando tenía tendida la red , para que se en— redase la que debía pasar ella sola por encima como una paloma. La arrogancia es mucha, la temeridad mayor, la soberbia inconcebible: pero bien podemos decir de Lucifer lo que el profeta Isaías dijo del pueblo de los moabitas: hemos oido la soberbia de Moab : soberbio es en extremo, su soberbia, su arrogancia y su indignación son más que su fortaleza (1). ¿Qué podía hacer Lucifer contra los decretos divinos? ¿Qué ia- fluencia podía tener en su formacion ó en su ejecucion? Son estas preguntas muy fáciles de resolver tan pronto como se examina lo que es en su naturaleza el demonio, y lo que es Dios. Por mucho que sea (1) kai., cap. 441, y. 6.

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