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512 entre El y su Padre un vínculo de amor eterno, el cual es inmenso, infinito, omnipotente, y por fin, Dios como lo es El. Esta tercera per- sona tiene la misma esencia y naturaleza del Padre y del Hijo, pues di- ce éste del Espíritu Santo, lo mismo que dice de sí mismo (1); pero tambien es otra persona realmente distinta, porque El es quien lo ha de enviar cuando suba al cielo (2). Además tiene un oficio propio su- yo, cual es el de santificar las almas y llenarlas de la sabiduría divina, encendiendo en ellas el fuego de la caridad, lo que tambien explicó Jesucristo con palabras y obras; pues al dar á sus Apóstoles la facul- tad de perdonar los pecados, les dijo éstas palabras: Recibid el Espír+- tu Santo (3). Y cuando les promete que lo ha de enviar del cielo, les asegura tambien, que les ha de enseñar loda verdad (4). Treinta años habían de transcurrir ántes que Jesucristo enseñase 4 los hombres los misterios de su generacion eterna en el seno del Pa- dre, y de la temporal en el de su Madre. ¿Habría algun sér criado que por sus propias fuerzas llegase á entender estos secretos? (5) ¿Podría ninguna criatura internarse en las potencias de Dios y saber sus obras? Sólo la Virgen que conservaba en su corazon los secretos de la divini- dad (6), podía hablar y tratar materia tan inefable. Ella podía decir mejor aún que el Diseípulo amado estas palabras: Lo que fué desde el principio, lo que oimos, lo que vimos con nuestros ojos, y contem- plamos y palpamos con nuestras manos tocante al Verbo de la vida, vida que se hizo patente, y así la vimos y dimos testimonio de ella (7). En el Niño que la Virgen tiene en los brazos, están sensibilizadas las cosas de la naturaleza divina (8). Es Hijo de Dios y no puede mé- (1) Jesucristo para convencer á los judíos de que era Dios, les dijo es- tas palabras: Yo hablo lo que he visto en mi Padre. (Joann. cap. 8. y. 38.) El mismo que me mandó, me ordenó lo que debo decir, y cómo he de ha- blar. (Cap. 12, y..49.) Otro tanto dice del Espiritu Santo. No hablará de suyo, sino que dirá todas las cosas que habrá oido. (Joann. cap. 16, y. 13.) El me glorificará, porque recibirá de lo mio y os lo anunciará. (v.44.) (2) Joann. cap. 13, v. 26. 3) Id., cap. 20, y, 22. 4) 1d., cap. 16, v. 43, (5) Cuando San Pedro confesó la divinidad de Jesucristo, contestóle éste, que nó la carne, ni la sangre, sino su Padre celestial, le habia reve- lado esa verdad. (Mat. 16, 47.) No es posible conocer la unidad de Dios en esencia con la trinidad de las personas por las solas luces de la razon. (6) Luc. cap. 2, v. 19. (7) 1. Joann, cap. 4, y. 4. (8) El Padre San Leon explica esto con la claridad y elegancia que acostumbra, y dice así: «Cuando llegan los tiempos destinados á la re- dencion de los hombres, entra en nuestra ínfima region nuestro Señor Je- sucristo, bajando del trono celestial, sin separarse de la gloria de su Pa- dre, siendo engendrado de un modo nuevo; y es nuevo este modo, por- que el que es invisible en su naturaleza, se hizo visible en la nuestra: el incomprensible quiso dejarse comprender; el que es ántes de los tiem- y E A Po Ed pcia

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