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dellcl AA a de PDT e O ac A» --. 311 que hay entre el Padre y el Hijo una distincion real, y que teniendo Aquél como persona sobre Este todos los derechos de la paternidad, lo había enviado al mundo para que tomase la naturaleza humana, y que por lo.mismo, su hijo era Hijo de Dios, el cual siendo indivisible del Padre y una misma cosa con él en la naturaleza, había tomado tan solo él nuestra carne, porque no era el Padre, sino el Hijo, quien se había encarnado? ¿Cómo declararía el portento de su fecundidad, sin referir la historia de la embajada del cielo, en la cual el ángel del Se- ñor le aseguró de parte de Dios mismo, que el Espíritu Santo había de obrar en su seno este gran prodigio? Mas entre tanto, nada de esto podía salir de los labios de María, sin que se comprendiese que eran tres las personas de la. augusta Trinidad, pues era el Padre quien en- viaba, el Hijo el enviado y el Espíritu Santo quien daba el complemen- to final á tan inefable operacion. Por mucho que recorramos la serie de los séres racionales, no ha- llarémos más que dos que puedan descubrir á los hombres estas -ver- dades: estos séres son el Hijo y la Madre que vemos en el portal de Belen. El Hijo lo sabe, porque es Dios que se comprende á sí mismo; la Madre lo sabe, porque su alma se ha puesto en contacto y comuni- cacion, íntima con cada una de las personas divinas. ¿Quién sino la hija sabe las cosas que pertenecen á su padre? ¿Quién sino la madre cono- ce los asuntos del hijo? ¿Quién sino la esposa está enterada de lo sse- cretos de su esposo? La Virgen tiene estas relaciones, relaciones inco- municables á toda criatura ménos á María. Si alguno desea con humil- dad llegar á conocer lo que es Dios en su naturaleza, no tiene más que acercarse á su Madre, pues no oiría de los labios de ella, sino lo que el Niño que tiene en sus brazos ha de decir, cuando se digne enseñar á los hombres los secretos de su divinidad. Veamos lo que dice el di- vino Maestro hablando de la unidad de esencia, y dela trinidad de personas y de los oficios de cada una de ellas. Desde luego afirma que nadie sabe quién es el Hijo sino el Padre, y quién es el Padre sino el Hijo, y aquél á quien Dios quiere revelarlo (1); pero tambien nos di- ce, que El conoce muy bien á su Padre, perque ha nacido de Dios, y es El quien lo ha enviado (2). Dice además que lo que le ha dado su Padre, sobrepuja 4 todas las cosas, pues mi Padre y yo, dice, somos una misma cosa (3). Con sólo estas palabras explica Jesucristo la unidad de esencia que tiene con el Padre que lo engendra, y la distincion real que media entre El y su Padre , pues sin ella no pudiera ser enviado; pero pasa adelante en la explicacion de su naturaleza, y nos descubre que hay (1) Luc. cap. 10, v, 22, (2) Joann., cap. 8, y. 42, (3) 1d., cap. 10, vv, 29 y 30,

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