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510 Hijo se aposenta en su castísimo seno lo ha de conocer como una Ma- dre conoce á su Hijo; y si el Espíritu Santo es quien la. fecunda con su virtud despues que ella consiente en ello, es consiguiente que ella ba de estar muy penetrada de lo que.es este Sér divino, que la toma para ser esposa suya é instrumento animado de su mayor gloria. ¿Cuán- tus secretos no se encierran desde entónces en su corazon? ¿Cuán- las cosas no podrá esta Virgen decir á los hombres? Encierra María desde entónces dentro de sí nada ménos que la sabiduría de Dios, su inmensidad”, su omnipotencia, su providencia ; y todo esto es eterno, inmenso é infinito. Si: María abriese sus labios ; para explicar á los hombres las cosas grandes que ha hecho Dios en ella, quedarían tan extáticos , que no acabarían en su vida, por larga que fuese, de alabar y bendecir á Dios, Contémplese á:esta Vírgen en uno de los momentos más admira- bles de su vida, á saber, sentada en el portal de Belen, teniendo á4 su Iijo en los brazos, al paso que la rodean los pastores sencillos de la comarca, que han ido allá para rendir á su Hijo adoraciones. Supon— gamos que estos zagales candorosos , al ofrecer al Niño sus homenajes de adoracion con sus dones pastoriles, preguntasen á la Madre, en fuerza de su entusiasmo , quién era ese Niño , de dónde le había venido, y quién se lo había dado, y que la Señora se hubiese dignado con— testar á preguntas de tan sublime trascendencia. ¡Qué arcanos no ha- brian salido del corazon de esta Madre! ¡ Qué misterios tan escondidos 4 la razon humana no se habrian deseubierto! Ningun patriarca ni pro- feta había dicho lo que ¡a Virgen podía explicar , porque ninguno pe- netró sino ella en el santuario de la naturaleza divina , para tener trato familiar con cada una de las tres divinas personas. Al abrir sus labios esta Señora, no ya los paslores de Bethlehem , sino los mismos sabios de Sabá, habrían inclinado sus hombros, alargando su cuello , y pues- ta su mauo en el pecho como para impedir la fuerza de la respiracion, habrían permanecido horas y dias en éxtasis oyendo lo que jamás habían oido los mortales, y mirando con pupila extática á la Vírgen, cuyo acento no puede herir nuestros vidos sin hacernos castos. Esta Señora hubiera podido desenvolver el misterio de la encarna- cion del Hijo de Dios, el modo como se había cumplido este portento; y esto llevaba á. los sábios. y á los ignorantes como por la mano al conocimiento perfectísimo de la unidad de esencia y trinidad de per— sonas. ¿Cómo podía la Madre de Jesus decir que el Niño que tenía en sus brazos era Hijo de Dios, sin decir tambien que Dios engendra eternamente á su Hijo, dándole su esencia, su luz. sus resplandores y ouanto él tiene como Dios? ¿Cómo diría que su Hijo era Dios, sin explicar, que en el principio, es decir, desde la eternidad era el Ver- bo, y este Verbo estaba en Dios, y era Dios, y estaba en el principio en Dios? ¿Cómo explicaría el modo de su maternidad, sin manifestar

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