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e e a A a 305 padre amoroso para con los hombres; que se compadece de sus mi= serias, y viéndolos condenados á una proscripcion eterna, los adopta par hijos en su propio Hijo; y por fin, que es un criador, á quien asiste de justicia el derecho de exigir de toda criatura racional el culto de adoracion interior y exterior, como homenaje debido 4 su santidad infinita y como sacrificio de alabanza y bendicion por los beneficios recibidos. Este conjunto sublime de verdades era ignorado de los hombres, y para que las conociesen con toda perfeccion, quiso Dios que hasta los sentidos del cuerpo las percibiesen , viendo y palpando á su Hijo, quien se encargaba de propagarlas entre los mortales. El vendrá: pero la Virgen le abrirá el paso: porque ella es quien le da la vida tem- poral, ella quien lo concibe y lo engendra, ella es la puerta de este Oriente que entra en el mundo para iluminarlo, ella la que le da una naturaleza, mediante la cual podemos decir que el Dios invisible en la suya, se ha hecho visible en la nuestra. Este Maestro divino estará enseñando á los hombres por espacio de treinta y tres años, ora con el silencio elocuente de las obras, ora con el eco celestial de sus pala- ras, mas, esta accion y esta voz que tanto instruyen, son el resul= tado de una donacion que le ha hecho su Madre. Grande es esta donacion: el Padre lo engendra eternamente y le da su esencia, su sabiduría, su poder, sus atributos y su gloria: María lo engendra en el tiempo, y le da su naturaleza, y cuanto le es propio é inte- grante, para que pueda conversar con los hombres. No es posible dejar de ver que toda la economía que Dios emplea para hacerse familiar con los hombres, y comunicarse á todos yá cada uno de ellos , está encerrada en la maternidad divina. Véase qué resultados tan nuevos y admirables da esta union de la naturaleza divina con la humana: Dios, cuyo lenguaje inefable es entendido tan sólo de los ángeles, habla el idioma del hombre, pudiendo éste acer- carse á El y preguntarle lo que quiera saber de sus propios labios. Hasta que María no nos da á Jesus, no habia dejado oirse en la tierra la voz de su Padre (1); y si alguna vez habla 4 los hombres, suelen venir sus palabras mezcladas con tanto aparato , que imprimen terror en el pueblo (2). Ahora ya no sucede así: hablará el Padre, (1). Segun aparece por las palabras del protomártir san Estóban, pro- nunciadas delante del concilio de los fariseos (Act. cap. 7. vv. 30,35), y lo que dice el Apósto! (Galat. cap. 3. v. 19), eran los ángeles los que se aparecían á los Patriarcas, haciendo las veces de Dios. y hablándoles como si fuerael mismo Dlos, lo que generalmente sienten los Expositores de la Escritura Santa. (2) Cuando el Señor apareció en el Sinaí al pueblo escogido para darle su ley, despues de haberlo sacado de Egipto, fué tan grande el terror y el espanto que le sobrecogió, ora por los truenos y relámpagos , ora por
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