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504 mismo Dios que se comprende perfectísimamente á sí mismo; pero desde que este Dios se hace hijo de María, como madre conoce ésta su naturaleza, sabe sus propiedades y tiene el cargo de enseñárselas á todos los hombres, porque el fruto de su vientre no solamente es Hijo de Dios, sino hijo tambien del hombre. Grandes y consoladoras son estas verdades: unidas en Jesucristo las naturalezas divina y humana en la persona divina, no puede co- nocerse al hombre sia conocer tambien á Dios. María concibe y en- gendra á este Dios; y son tan extensas las relaciones que adquiere con la divinidad, que al ser elevada 4 concebir al Hijo, necesa- riamente se une con intimidad inefable al Padre. No puede compren- derse que el Hijo venga á ser mediador, sin que se dé por supuesta la existencia de una persona divina , que lo envie en virtud del derecho de paternidad que tiene sobre él. Ménos puede entenderse que este Hijo pueda satisfacer á la justicia divina, si no es Dios, igual y con- sustancial al Padre, porque es preciso que para borrar una ofensa infinita, el mérito de la satisfaccion reciba un valor jafinito. De aquí es que el Hijo necesariamente ha de ser de la misma naturaleza y esencia que el Padre, uno con él, é indivisible en sus atributos; por=- que no pudiendo darse dos séres infinitos , atendido que uno excluye la existencia del otro, en la mision del Hijo, que cumple la voluntad del Padre y se humilla en la naturaleza que toma, se ve claramente la unidad de esencia con la personalidad del Padre que engendra , y la del Hijo, que es engendrado; siendo por consiguiente aquél el que envía , y éste el enviado. ¡ Cuánta luz derrama esta sola verdad en las inteligencias humanas ! Aquel Dios que con su palabra crió al principio los cielos y la tierra, se ve que no es el sér indiferente que, segun decian unos filósofos antiguos, se pasea entre los polos de los cielos, sin importarle mucho las cosas sublunares, ni ocuparse en saber el estado de los hom- bres (1). Se ve que es un espíritu purísimo, que llena con su inmensi- dad los cielos y la tierra , dando movimiento á los astros, vegetacion á las plantas y animacion al hombre, que vive y se mueve y respira con él: que es un sér infinito que contiene dentro de sí 4 todos los demas séres sin confundirse con ellos , dándoles á todos, nó su propia sustan— cia, como pensaba la ciencia errónea, sino lo que conviene á cada cual en razon de criatura. Vése además que es un Padre que da á su Hijo un patrimonio, sacando de la nada ejércitos de espiritus, que le sirvan día y noche cumpliendo sus voluntades, y lo aluben y bendi- gan por sus perfecciones infinitas, y asimismo forma los pueblos y naciones, para que sean su herencia: descúbrese además que es un (1) Job, cap. 22, v. 14.
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