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488 triste , pues encierra al hombre en un círculo de hierro, como si fuera un puro animal, destituido de raciocinio, y sin destino para la vida venidera. Era mucha la confusion y demasiado el desórden que el pecado había introducido en el mundo, y cuando Jesucristo vino á conversar con los hombres, este trastorno había llegado á su último punto. Rei— naba el desórden y reinaba.en paz: todo era adorado ménos Dios, á todo se rendía culto ménos á la virtud. La gran empresa de Jesucristo era operar una revolucion saludable en los afectos y deseos del corazon, dirigiendo las voluntades sin violentarlas, y convidando á los hombres, no forzándolos, á que se levantasen del fango de la corrupcion á la contemplacion de lo bello, y sublime de la perfeccion, de lo celestial y beatificador que hay en el amor de Dios. Era preciso que los hombres renunciasen á muchas cosas que entónces amaban con delirio, cuales eran su propia voluntad, los tesoros, los placeres, las opiniones de la ciencia, y sobre todo, las concepciones intelectuales de cada uno. Para que los hombres volviesen su amor de lo carnal y terreno á lo espiri- tual y celestial, bastaba ponerles presente el trato de Jesus y María con Dios, consigo mismo, y con los hombres. ¿Quién no ha de querer ser humilde, cuando ve que el Hijo de Dios se humilla á ser siervo de los hombres, y obedece hasta morir en una cruz, y cuando oye decir á su Madre, siendo Madre de Dios y Señora del mundo, que es la esclava del Señor (1), y que Dios ha mirado á su bajeza para hacer en ella cosas grandes? (2) ¿Quién no deseará ser casto, al saber que la Vírgen ha renunciado á la mayor dignidad que hay en los cielos y en la tierra, si no es compatible con la pureza que ha prometido al Señor guardar? (3) ¿Quién no hoilará las vanidades mundanas, al oir que esa Virgen huye del mundo á la edad de tres años, y se esconde en el templo para no hacer más qne orar y cantar las alabanzas divinas? ¿Qué mujer habrá que no se 'encierre gustosa entre los muros de su hogar, á llenar allí los oficios domésticos con un esposo y los hijos que Dios la diere, cuando le consta que la Reina de los Angeles lo ha hecho por espacio de treinta años, no omitiendo ninguna de las faenas y labores de la madre tierna y de:la esposa cari- ñosa? ¿Quién no se ofrece en holocausto 4 Dios, cuando sabe que esta Virgen ha sido un sacrificio perenne de oracion y de mortificacion, ofrecido al sér divino desde el primer momento de sn existencia? Además, ¿habrá hombre alguno que se niegue á dar su vida por defender á su Dios, á su rey, á sn patria, y á sus hermanos, cuando sabe que la Vírgen ha dado á su Hijo para que muriera por todos los hombres y los salvara á todos? (1) Luc. cap. 4, v. 38 (2) 1d. v. 48. (3) Luc. cap. 1, v. 34
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