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485 vida por nuestro rescate. Pero había en esto una belleza moral, que tenía que ser el principio de otras muchas y de la perfeccion, á que habían de llegar los hombres : y era que él nos amaba de ese modo, y consumaba esas obras heroicas, porque le constaba que era esa la voluntad de su Padre. Y no quiso que el mundo ignorase ese órden admirable de sus acciones y afectos; pues había en él dos naturale- zas, y si bien con la voluntad divina nos amaba con un amor infinito como su mismo Padre, con la humana nos amaba con ese mismo amor, amor infinito, pues tocaba á lo último á donde podia llegar, ofrecién- dose á morir, pero á morir cumpliendo la voluntad de su Padre. Por eso, despues de haber cenado con sus Apóstoles, se levantó de la me- sa diciendo : Para que el mundo conozca que amo á mi Padre , y que obro en todo en conformidad con el mandalo que me dió, levan- laos, y vámonos de aquí (1). De este modo enseñaba Jesucristo con su ejemplo la subordinacion de un afecto á otro, el de la criatura al del Criador, el inferior al su= perior, lo que constituye el tejido de las bellezas del mundo moral. Dé- jese transcurrir un poco tiempo, lo que sea bastante para que los hom- bres comprendan lo heroico y divino de este amor, y les oirémos ra- ciocinar de este modo : en esto hemos conocido la caridad de Dios, en que dió el Señor la vida por nosotros : y por lo tanto, nosotros debe- mos dar la vida por nuestros hermanos (2). De ahí tenía que venir á comprenderse, que no puede haber órden ni hermosura moral en las acciones humanas , si no obedecía la concupiscencia en los deseos que tiene, á las prescripciones de la razon arregladas á lo que manda la ley. ¡Y qué espectáculo mas bello que ver ordenadas las cosas, en la parte inferior como en la superior de su alma, dando á Dios lo que es suyo, sin quitar sus fueros al hombre! Desee enhorabuena el alma deleitarse en lo que Dios ha criado para el hombre : pero sea razonable ese deseo, arreglándolo á la ley de Dios. Esto enseña Jesu- cristo con palabras y ejemplos. Pero no es posible considerar á Jesucristo tan sólo en relacion con su Padre, porque si bien es su Hijo engendrado por él eternamente, tambien está relacionado con una Madre, que le ha dado el ser tem- poral , y con quien lo ligan los vinculos naturales más sagrados y más tiernos. El campo de los afectos entre este Hijo y esta Madre es tan vasto , que está vedado al mortal el recorrerlo todo; pero por pocos pasos quese den en él, se ve lo bastante para comprender que la Ma- dre de Dios se nos presenta , no sólo como la primera disciípula de su Hijo , sino como la más completa y perfecta realidad del arquetipo que Dios tenía en su mente divina en la eternidad , de la armonía que ten- drían los sentimientos del corazon lleno de santidad y rectitud. Y bien (1) Joann. cap. 14, y 31. (2) 4. Joann, cap. 3, y. 16.

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