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Gl 4 Pero entre tanto sabían los primeros que los simbolos figuraban realidades; para ellos en general, y mucho más explícitamente para los más santos é ilustrados, significó lo que se dijo entre misteriosos razonamientos en el paraiso, lo mismo que significa para nosotros. Bien claro lo dice el Crisóstomo en estas palabras: «La muerte se significaba en Adan, la vida en Cristo; Eva es la seduccion, María la firmeza en la fe : pero la seduccion de Eva origina la muerte, la cons- tancia de María acarrea la vida: Eva es destructora; María, repara— dora; Adan hace cautivos, Cristo hace libres y redimidos ; un ángel promete lo que otro presentó como imposible y desesperado (1). » Como en el largo período de cuatro mil años sucedieron cosas tan estupendas en el órden de la naturaleza, la cual se vió una vez en vuelta en un cataclismo universal, y otras muchas fué testigo de pro- digios cuales no se han visto despues , es preciso confesar, que no hizo Dios ninguno de esos portentos, sin que todos fuesen la sombra de una realidad , y encerrasen una significacion. En ese mismo perío- do sucedieron en el seno del pueblo escogido cosas tan sorprendentes, que tampoco pueden considerarse sin comprender, con San Pablo, que todas eran figuras de cosas venideras, y que se les presentaban á ellos de esa manera, para que nos sirviesen de instruccion á noso- tros (2). Era Dios quien hacía aquellos portentos; era él quien ordenaba que se pusiesen en ejecucion las cesas qué disponía para su culto; y todo ello asombraba al entendimiento, cautivaba la voluntad, y la conducía á desear lo bueno y lo bello que veía prefigurado. ¡Qué grandiosos eran los símbolos , qué imponentes , qué arrobadores ! ¡Qué preciosas aparecían las figuras, qué suaves, qué halagúeñas, qué elocuentes, qué extasiadoras ! Estas figuras misteriosas, unas fueron transeuntes, otras perma- nentes; unas animadas y otras inanimadas; y todas caracterizaron las cinco grandes épocas, que dividieron los cuatro mil años que me- diaron desde Adan hasta Noé, desde Noé hasta Abraham, desde Abraham hasta Moises, desde Moises hasta David , y desde David hasta Cristo. Si se exceptuan las tiguras animadas que fueron comu= nes á todas esas edades, las demás fueron propias de la época de Noé, de Abraham y de Moises, habiendo sido unas obras de un momento, las y figuras , ora hablando de las diez vírgenes, ora de los siervos fie- les, ora del abandono de los hombres comparándolos con los del tiem- po de Noé : él mismo se compara, en el modo como ha de venir, á dife- rentes objetosy personas. Pero la sustancia es que ha de venir, y en esta fe vivimos, aunque ignoremos el cuándo, y el cómo, y muchas de las circunstancias. (1) Homil. de interdict. arbor., 4, (2) 4. Cor. c.10, v. 6, 4.

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