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A A a e A o e, are e 483 Una manifestacion tan clara de lo nobles y heroicos que eran estos sentimientos, no podía menos de hacer comprender á los hombres, que habían desconocido la sublime armonía que había esta- blecida en el compuesto humano , más admirable que cuantas bellezas descubre la ciencia en el órden de los cielos, y en la regularidad de la marcha de los tiempos. Verían tambien los hombres que hasta en- tónces no habían amado lo amable como debían, por haber unus pe— cado por detecto, y otros por exceso (1): verían que en el órden de los afectos , así como en el de las ideas , existían bellezas desconocidas al entendimiento oscurecido por la culpa, y rechazadas por una voluntad inclinada á lo malo desde que el pecado entró en el mundo. La consecuencia de conocer estas bellezas, era amarlas y desear su posesion. 2. UT. El amor de lo bello y perfecto. La obra de la encarnacion del Verbo divino no está circunscrita solamente al acto de tomar éste nuestra naturaleza en las entrañas purísimas de la Virgen, pues continúa en sus resultados inmediatos y naturales hasta que este Dios, que se entrega de su propia voluntad á la pasion, muere en la cruz, resucita triunfante al tercer dia, y al fin vuelve al cielo, donde se sienta á la diestra de su Padre, teniendo siempre la gloria que le corresponde igual con él por ser Dios, y toda la que como hombre ha ganado en los trabajos de su vida y en los tormentos de su pasion. Pero la obra moral, la regeneracion del mundo , la elevacion del hombre al amor de su Criador, y el inclinarlo á fijar su contemplacion y sus deseos en los objetos dignos de su afecto, sin causar violencia alguna á su voluntad, era el resultado de la En- carnacion , que iría viéndose paulatinamente en el seno de la natura- leza humana, la cual desnudándose del hombre viejo, se iría vistiendo del nuevo, que es Jesucristo. (1) Las nociones del amor verdadero apénas existían en el mundo: los judíos enseñaban en sus falsas tradiciones , que se debía amar al amigo y aborrecer al enemigo. Los paganos no sabían mi áun amar á sus padres y á sus hijos: pues amándolos demasiado, les erigieron altares, 6 no amándolos bastante, los abandonaban cuando no valían nada por su ancianidad. De amar al prójimo sabían poco, atendido que hubo íiló- sofos, que enseñaron el infanticidio: y se tenían tan escasas ideas sobre la dignidad del hombre, que se le tenía ocupado en los trabajos de la esclavitud hasta que tenía fuerzas para ganar dinero para su amo: y despues, cuando vada valía para los trabajos, era arrojado en los estuy- ques para alimentar con sus carnes á los peces de regalo.

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