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478 todo sexo comprenda, que puede llegar á ser perfecto , si cada uno de sus. individuos modela sus acciones en los ejemplares que se le pro- ponen. Esto lo verémos en el exámen de las relaciones íntimas y de familia que unen á la Virgen Madre con su Hijo. 2.11. Sentimientos maternales. Cuán admirable y próvida se muestre la sabiduría divina en los medios que adopta para que los hombres adquieran la perfeccion de los sentimientos del alma, y cuán ciertos y ventajosos serían los resulta- dos para los mismos hombres ,.se descubre desde quese examina cuál es entre todos los sentimientos del corazon humano aquel que en el órden natural lo hace más noble, á la par que lo distingue de todo ser viviente. Es este sentimiento el amor hácia la que nos ha dado el sér; y son tantos los.motivos que tenemos para amarla, que la razon no califica sino de mónstruo, al que mire con aversion á la.autora de sus dias. Pero entre tanto la razon humana es en los dias de la infan- cia como una preciosa flor, que encerrada en su capullo. no puede desenvolverse , ni descubrir su color, ni esparcir sus aromas; y no es precisamente porsmedio del raciocinio, sino por el del sentimiento, por donde se forma y radica en nosotros el cariño que en la infancia la profesamos. Mas, tan luego como aquella celestial planta ha reci- bido toda su extension , la razon confirma lo que el corazon ha senti- do: cuando somos niños, amamos á nuestra madre, porque nos ha aplicado á su seno, y nos hemos recreado en su leche, cual si fuera un néctar; porque hemos sido alimentados de su propia sustancia, porque hemos visto siempre la risa en sus labios, porque nuestras pupilas han tropezado siempre con las suyas que nos miraban en la cuna, en sus brazos, en el hogar doméstico y en las plazas. Cuando discurrimos,, la razon nada tiene que hacer más que rati- ficar lo que encuentra ya formado; amamos entónces, porque sabe- mos que la gratitud es el dogma de la naturaleza racional, pero ningun esfuerzo tenemos que hacer; pues ántes de saber discurrir, sabemos amar y en efecto amamos. Y en fuerza de este amor , pro- ducido por el sentimiento y confirmado por la razon , se forman entre el Hijo y la Madre esos vínculos que no rompe la:mala suerte , ni la ausencia temporal, ni la muerte misma. ¿Quién habla de desgracias? Precisamente el amor es más intenso entre la madre y el hijo, cuanto mayores son las penas que han acibarado su existencia. Cuando la fortuna enseña su risueño rostro, cuando las comodidades abundan, cuando pañales de cendal y cuna de oro reciben al recien nacido, cuando no es del seno materno sino del extraño, de donde le viene el

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