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468 2. 1. El Testamento de Jesus. El calvario es el paraje, donde lios devuelve al hombre cuanto había perdido en el paraíso, en cuya amena morada tuvo tantas prue= bas de lo mucho que Dios lo amaba: allí empezó de nuevo aquella fe licidad que había echado por tierra el crimen de dos criaturas predi- lectas. Demás está el decir, que allí está abierta la gran escuela , don= de el entendimiento del hombre ilustrado por la fe contempla al peca- dor perdonado; y no sólo perdonado y reconciliado con Dios, sino tambien elevado á la filiacion divina. Y si el entendimiento toca casi de una manera palpable las maravillas inefables del amor divino, el corazon se conmueve, y siente los ardores de wn amor que lo inflama y lo devora. Y ¿qué es lo que produce en el corazon esa nueva vitali- dad? El saber que esa mujer que está allí, ha de serla Madre de los hom- bres, y que ha de tener para con ellos el mismo amor que tiene á Jesus y ha de hacer hácia estos, para engendrarlos á la vida de la gra— cia, respectivamente lo mismo que hizo con aquél para darle la vida humana y conservársela. Tan grande como todo esto es la importancia de la presencia de la Virgen en la escena sahgrienta del Calvario. Si así no fuera , ¿para qué hubiera Dios querido que esa paloma inocentísima subiese á ver con sus propios ojos el espectáculo mas desgarrador, que madre alguna ha pre- senciado? Estaba escrito en el libro de los decretos de Dios, que al es- pirar éste en la cruz, había de hacer un testamento público, una es- critura de donacion, ratificada en su propia sangre, confirmada con su inmediata muerte, y atestiguada por las personas más venerables que había en el mundo, y dando tambien testimonio de ello no sólo la augusta Trinidad desde lo más alto de los cielos, sino además el Espí- ritu, el agua y la sangre en la tierra (1). Este testamento era de per— don, de remision, de condonacion y de reconciliacion, pues no había un solo hombre que no quedase ya lavado en la sangre del Cordero: lo era de recompensas, de donaciones, de reparticion de patrimonio temporal y de herencias eternas, puesto que aquel mismo dia se abrían las puertas del Paraiso y empezaban á entrar los hombres en él: pero la cláusula, por decirlo asi, que más arrebata el corazon humano en el testamento del Dios que espira en la cruz, es aquella en que hace K cesion de sus derechos é instituye herederos de ellos. Y para esto (1) 4.* Joamn., cap. 5, v. 7. 8.
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