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466 pecadores que han crucificado al Redentor, y son el trasunto de to- dos los pecadores, pues todos han contribuido con sus culpas á la cracifixion del Justo : lo primero que hace el Salvador despues de puesto en la cruz, es pedir perdon á su Padre para todos, excusán— dolos , y teniendo piedad de ellos. Pocos momentos despues habla un gran criminal, y lloroso, compungido, y confesando la divinidad de Jesus le pide que tenga misericordia de él, y no se olvide de él cuan- do estuviere en su reino (1), y Jesus se lo concede todo. Despues de esto, empiezan las palabras que llegan á henchir los corazones de gozo. El nuevo Adan se dirige á la nueva Eva, recor- dándola su amor , y trayéndole á la mente el cariño filial que él la profesaba : pero era este cariño como un fuego que se había de Jer- ramar en los corazones, y entrañaría una reciprocidad inmensa, uni- versal , no ya por parte de la Madre, pues él sabía cuánto era lo que ella lo amaba , sino por la de los hombres; porque éstos quedaban ya perdonados, santificados y redimidos, y estaban tocando ya á los lí- mites de la adopcion divina , que naufragara en el diluvio del pecado, y aparecía risueña , fuerte y vigorosa despues que el diluvio de la sangre de un Dios inunda y fertiliza la tierra. Veamos cuáles son es- tas palabras. Mujer, dice Jesus volviendo su santo rostro hácia su Madre, y señalándola un discípulo que se encontraba alli : Mujer, ese es tu Hi- jo. «Mulier, ecce filius tuus; » y dirigiéndose á este hombre afortuna- do «esa es, le dice tambien, esa es tu Madre. «Ecce Mater tua (2). » Palabras sublimes, que son el complemento de las obras del amor divino, y ponen el sello á cuanto el Hijo de Dios tenía que hacer en- tre los hombres. No renuncia Jesucristo á los derechos que tiene co- mo Hijo al corazon de su Madre, pero advertidamente y con singular providencia, al hablarla por lá última vez, le da el tratamiento que convenia á la Madre de todos los vivientes por la fe, para agregar á su persona á todos los hombres en una fraternidad eterna (5). Lo que entraña esta última palabra de Jesus , los inmensos resul- tados que emanan de ella, no es asunto que puedan tratarlo los hom- bres, porque apénas hay en ellos suficiencia para comprenderlo. El vínculo de amor que une á Jesus con María, es un lazo indisoluble, que jamás podrá separarlos. Jesus debe á María una vida que importa el resante del mundo y la pacificacion del cielo con la tierra. María debe á Jesus la dignidad mayor que existe despues de la divinidad. El Verbo eterno, esplendor de la gloria del Padre y copia natural de (4) Luc. , cap. 23, v. 34, 42. (2) Joann. cap. 19. v. 26. (3) Div. Ambros.., de institut. Virgin. , cap. 7.
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