BCCPAM000542-2-34000000000000

165 no estuvo excluido para siempre del paraiso del cielo: pecó él, y se vol- vió rebelde, criminal y'4nn contumaz, pues no reconoció al momento su pecado; queriendo echar la responsabilidad de él á su mujer (1), pero allá en la region del cielo había dejado oirse ya aquella voz que en tiempos venideros pediría perdon para los enemigos de Dios, y entónces mismo el Cordero sin mancilla representaba á su Eterno Padre el mérito jofinito de su sangre, que había de ser derramada en el altar del Calvario. Adan quedó perdonado por los méritos. del Redentor, y entró á gozar de los derechos de una nueva filiacion que Dios le daba en su propio Hijo. Por eso está escrito que el Cordero de Dios fué muerto desde el principio del mundo (2). Hemos visto la escena del paraíso: pues véase ahora reproducido ese fmismo paraíso en otro sentido opuesto. Llegó el tiempo en que se cumplía la redención del mundo , y es digno de contemplarse lo que allí se ve. Allí está plantado un árbol de vida, allí está el nuevo Adan, y junto á él está tambien la nueva Eva. Y no parece sino que asimismo há querido Dios que esté allí tambien la efigie de Adan pecador, repre- sentada en un criminal que pide perdon y lu obtiene , y en un justo que es elevado en el mismo teatro de la redencion á una adopcion la más dulce y amable, cual es la del discípulo amado. No parece sino que uno ve alli á Adan condenado, á Adan perdonado, á Adan adoptado. ¿ Qué es lo que pasa en este nuevo paraíso? Lo que Dios prometió en el primero: se está concluyendo la empresa de vencer al enemigo que está allí combatiendo como un desesperado ; son ya inminentes las momentos supremos de la víctima, y va á dar la hora que está escrita en los dias de la eternidad , en la cual ese enemigo feroz, esa serpiente antigua va á quedar estrellada : pero ántes qne se cumpla este mo- mento esperado de todas las generaciones, el Hijo de Dios va á des- envolver á la faz del mundo y por ante el cielo y la tierra una serie de decretos divinos , y de ideas que tenía en su mente divina desde la éternidad. Es Jesus en aquellos momentos el príncipe heredero de un gran imperio, cuyos súbditos se han rebelado contra el monarca , y á los cuales el hijo de este les promete el perdon á nombre de su padre y se lo dá, dándoles además el honor de concederies una parte en sus bienes y herencia, para que todos sean tan felices como él, con tal que lo amen, le obedezcan , y lo honren. Pues bien : este Príncipe de la paz empezó á peregrinar engre los hombres, anunciándoles la paz que venía á traerles del cielo; ha con- cluido su tránsito por la tierra, y va á espirar. ¡Qué escenas tan tier- nás ban ocurrido, desde que sus enemigos lo han elevado en los aires élavado en una cruz! Hay enfrente de esta cruz turbas copiosas de (1, Gen. cap. 3, v, 12, (2)* Apot. Cap, 13, v. 8. 30

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz