BCCPAM000542-2-34000000000000
se A a, : 459 ble. de. su; ministerio. Tenía María una fe viva y una esperanza cierta € indudable : poseía una ciencia perfecta de los misterios que se ha- bian de cumplir en la encarnacion del Hijo de Dios : y así como sa- bía que su Hijo había de triunfar del demonio y fundar el reino de su padre David, que duraría eternamente , tambien sabía que ella había de ser la compañera de sus triunfos y la reina que había de reinar con él. Pero ántes tenía ella tambien que tomar parte en los trabajos de su Hijo; y si éste tenía que morir para salvar al mundo, ella no dudaba hacerlo con él: de lo cual resultaba, que si los santos eran predestinados por efecto de las humillaciones infinitas de su Hijo , y de.sus padecimientos, no podía consumarse esta eleceion sin la 000pe - racion de la Madre : así, Maria se llama sierva del Señor ; es decir: la que va á servir de instrumento animado, espontáneo y libre para que el Hijo de Dios pueda en su estado de servidumbre redimir al mundo; la que va á ser compañera en sus trabajos, la que lo eriará á sus pechos, lo salvará de los peligros, cuidará de alimentarlo, y es- tará á su lado en su pasion, siendo atada con cadenas con él, herida y abofeteada con él, coronada de espinas con él y clavada en la Cruz con él, siel cielo decretara que así sucndiese. ¿Habrá por lo tanto algun escogido, que no deba su predestina- cion á la Vírgen Maria? La misma Virgen lo dice, cuando publica la grandeza de las cosas, que ha hecho en ella el que es todopoderoso y Cuyo nombre es santo. ¿Qué cosas son estas lan grandes, por las cuales afirma la Virgen: que la han de llamar diehosa todas las gene- raciones? Era su maternidad divina, por la cual se hacía la madre de los hombres; porqua no era este portento una cosa transitoria, si- no permanente, siempre subsistente en su inmenso grandor, siempre productiva de los mismos efectos. Reflexionemos por'un momento lo que entraña la oblacion: de Cristo hecha una sola vez. De ella dice el apóstol, que una vez verifl- cada , ha heeho perfectos pára siempre á cuantos han de ser santifi- cados (1). Mas esta santificacion de las almas, que ha de jr verifi- cándose paulatinamente hasta el fin del mundo, estuvo ya merecida ón el primer instante de la vida mortal del Hijo de Dios. Decir Maria al ángel , hágase en má segun lu palabra , y quedar redimido el mundo , fué un momento simultáneo, pues en el mismo instante se efectuó el gran misterio, mereciendo en ese acto el Hijo de Dios. la salvacion de todos. los hombres , aunque su número fuese infinito. Treinta y tres años más tarde morirá este Dios. de misericordia en una-0ruz> pero esto no será más que la consumación del gran sacri- (1) Hebr. cap. 10. v. 14, y
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz