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muy dichosos en pertenecer á sus dominios, como sus más humildes vasallos, en considerarse engendrados todos á la gracia diyina en su corazon maternal, y en tener el alto honor de rendirla sus homenajes. Pero, como en un reino, no todos los que viven en él son buenos súbditos, ni en el seno de las familias faltan algunos hijos poco sumisos, ni hay sociedad, en la cual algunos de sus miembros no suelan insubordinarse contra aquél, que tiene el cargo de cuidar del órden público : y como tambien en la Iglesia ca= tólica sucedería todo eso, á pesar de ser una sociedad per- fectísima , instituida para llamar á los hombres á la santi- dad, Maria Santisima fué vista tambien por los fieles desde el principio, bajo el concepto de defensora de la fo, de ex- tirpadora de las herejias, de triunfadora de todos los hom= bres malos y perversos, y sobre todo, de dominadora de to= dos los espíritus infernales. Y esto tambien era muy con- forme á los sentimientos de la razon humana ilustrada por la revelacion, y no discrepaba en nada de lo que Jesucristo habia dicho tratando de las victorias de su Iglesia. Se lo había dicho el Redentor á sus Apóstoles : el mun- do los había de perseguir de mil maneras (1) : los poderes del infierno se habian de coligar para atacar ú la Iglesia: la fuerza brutal, cuyo último resultado es quitar la vida al predicador de la verdad, se aunaría con otra fuerza, más terrible que la primera, la fuerza de la astucia, del error paliado, de la herejía disimulada, y de cuanto hemos visto ponerse en juego por espacio de diez. y ocho siglos ¡para atacar'á la Iglesia: y todo junto pondria sitio 4 la: ciudad de los santos (2), descubriendo por todas partes sus bate- rias. Serían fuertes y formidables sus ataques : pero, todos en vano, pues los poderes del infierno.no preyalecerian con- (1) Joan. , cap: 15, v. 20. (2) Apoc., cap. 20, y. 8. Pp p

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