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A 421 te de los hombres, “aunque fuesen' éstas cómo: las Juves acreostáticas, que brillan un momeñto'y desaparecen en otro. Pero no era aquélla la época de la difusion general de los misterios, que Dios había obrado en María; nila impre- sioh general de su conocimiento en lá mente de lós creyen- tes había llegado todavia. La fe no había echado raices en los corazónes de los hombres; y por mucho brillo que las excelencias de la Madre de Dios hubiesen derramado «en el horizonte de la humanidad, habríale cabido la misma suer- te que tuvieron las de su Hijo. La muerte y pasion de éste causaron' en los: discípulos una impresion tan triste, que parecia que un tupido cres- pon había cubierto los ojos de sus almas, para no ver nin= guna de las profecías que Hablaban de sus tormentos é ip nominias, y de las glorias que les habían de seguir, las cuales principiaroh en su admirable resurrección deentre los muertos. ¡Cuánto no les costó creer que su Maestro ha- bia resucitado! Dijoles la Magdalena, que el cuerpomuér- tó nó estaba ya enel sepuicro, y no la dieron crédito te- niéndola quizás por una ilusa ; vinieron “corriendo dos de ellos al sepulcro el dia mismo del gran acontecimiento, pocos momentos despues que éste había tenido lugar; y solo viendo:con sus ojos el sepulcro vacio, creyeron que-la discipula heroica no había padecido ilusion alguna; pero ho “por eso creyeron que Jesus habia resucitado: consin- tierón sí en la idea primera, de que habrían robado el'cuer- Po tntrerto, conforme se lo habia dicho la Magdalena (1); pero no podían comprender que su Maestro hubiésesálido triunfante del sepulcro, no obstante que él les había dicho con toda claridad que había de suceder. así ¿onfirmándolo con el ejemplo de Jonás (2), que faera un tipo del Salva- dor, y con haber dicho á los fariseos que ellos disólverían (1). Joann., cap. 20, y. 8. (2) Mat... cap. 12..,v. 39.

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