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in 419 brésalen por su clemencia, porsu bondad y sus dotes váfe- vantes. Nada ven en ellós que rio álabén con éntuisiasmió - llaman feliz 4 la madre que los engendró, y 4 ellos mis- mos los bendicen y llenan de encomios + benditos Haiman á sus ojos, porque llevan pintada la clemencia; benditos á sus labios, porque respiran piedad: benditas '4 $us manos. porque reparten beneficios : bendito á todo' su compuesto, porque no hay enel sino perfecciones. Pues bien : ésto que hacen los hombres sencillos, lo hicieron en Bethlehem Tos pastores, y no lo hicieron ménos los sabios del Oriente. excediendo á los primeros en ponderar lo grande y lo su- blime de aquella mujer, á cuyo Hijo habían adorado. Y prueba de ésto tenemos en el curso mismó de la pre- dicación de Jesucristo', quien'sé veta'asediado materidl- mente por lás masas del pueblo sencillo, cuyas bendiciones y alabanzas no pudo impedir jamás la turba impía de hom- bres malos y perversos, quienes no iban en pos de Jesus, sino para impedir que los pueblos lo alabaseñ. Los hombres en lo' general son siempre los mismos en todos tiempos; y viéndose en las mismas circunstancias y 'con las mismas disposiciónes, dicen siempre o mismo, y hacen siempre to mismo , aunque lós separen muchos siglos. Sea cual- quiera el pueblo ó la región, el sentido comun-nó engaña jamás 4la muchedumbre : y en todás partes, cuando los hombres ven que uno de sus semejantes es clemente, pia- dos0, caritativo y bienhechor público; “todas ' las lengitas lo-béndicen : ante la lógica de las buenas obras éFéritebio humano no encuentra sitio elogiós ; ni la: discusion 4vida, y'á las veces envidiósa y rival; produce más rosiltado que el de hacer que brille mucho más la bondad del bién- hechor- Sin “embarsó de haber sido ignorádas de sus tónciiida- danos las glorias que la Virgen de Nazareth poseía, no fal - tó para ella un panegírico solemiie $ público. Tántas bbras
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