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E 407 dajoeñ el cielo estaientrada otriunfal ¿nunca vista, que» los ¿Angeles mismos se preguntaban, quién era aquella criatura que tanta intimi= dad tenía con el Criador, y que subía del desierto del mundo tan her- mosa y tan embalsamada en todos los olores de virtud y de gloria. Y por cierto que no tardariían-mucho en saber quién era aquella nobilísima Señora, pues al punto fué coronada en presencia de toda la“eorte celestial con la singular tiara, dada por el Padre que coronó su: humildad , por el Hijo que coronó su virginidad y maternidad , y por" el Espíritu Santo que coronó su fecundidad y fidelidad. ¡Ah qué asombro! María se humilló más que todas las criaturas, y por eso el Padre la da imperio sobre todos los altivos y soberbios, para que ella los'encadene y los sujete , poniéndolos á todos por escabel á sus piés : Maria por esta humildad enamoró al Verbo divino y lo atrajo á su cas- tísimo seno, y éste la da el cetro que es suyo pará que rija y gobierne á:todos los pueblos y naciones de la tierra, extendiéndolo con amor y dulzura sobre las que la invoquen , y quebrando , como se rompe un vaso de arcilla, á las que no la veneren, ó ataquen y persigan á- sus hijos. Pasan más adelante los términos del imperio que el Hijo da á su Madre , pues, desde el más sublime Serafin hasta el último de los án- geles, no hay un solo espíritu que no comprenda en aquel momento, sublime para los habitantes del cielo, que todos son ministros y sier- vos de María, cuyas órdenes acatarán y ejecutarán como las de su mismo Criador y Señor. María amó sobre manera la virginidad y pu- reza, prefiriéndola aún á la misma maternidad: divina, si no hubiera ésta sido compatible con la virginidad , y demostró su amor á esta vir- tud en la fidelidad inviolable que guardó á su Esposo divino el Espiri- tu Santo: y éste la adornó con una digdema de honor y de gloria , ha- ciéndola Reina de cuantas almas se santificaron en lo pasado, y se santificarán en lo venidero, pues todas ellas deben este beneficio á la voluntad de María, que libremente consintió en dar al mundo un Re- dentor (1). ¿Dónde encontrar ya voces para explicar lo que despues de esta so- lemne coronación de Maria pasó en el cielo? ¿Cómo decir lo que sólo el concepto angélico puede recibir y participar? No bien conocieron los habitantes de la Jerusalen celestial la voluntad del Señor, cuando se levantaron todos de sus tronos, y quitándose á la vez sus coronas de reyes, y príncipes y sacerdotes , vinieron á depositarlas todas ante el trono imperial y regio de-la Madre del Cordero, cantando el cántico amevó que modulan sin cesar al Dios de las misericordias. ¡ Dichosos tiudadanos del cielo, que tenían ya en su compañíaá la que habia (44 En la Parte tércera:; libro trigésimo nóno, $. 1, Las tres coronas, trataremos sobre esta materia con amplitud.
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