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104 vesar las espaciós, vestida de aloria'y' rodeada de nuajesiad subiendo asi 4 los cielos'(4). Pero, como esto: Ímpórta tan poco para. la verdad histórica de lo ocurrido, no hay para qué detenerse en ello. Tampoco hubo quien viese salir triunfante del sepulero á nuestro Redentor, y sin embargo , todos los discípulos creyeron Su resurrección: otro tan- to les sucedió con su santísima Madre, en cuyo sepulero pudo repetirse por los ángeles lo que dijeron á las santas mujeres, cuando busca> ban á Jesus bajo la losa : porque los Apóstoles fueron los. que ence- rraron en él el cuerpo sagrado desu Maestra, asi como colocaron entónces el de su Maestro , y-ellos tambien. vieron despues al tercer día, que estaba vacío el flo la Madre, así como habían visto , á los.tres dias tambien , que lo estaba-del mismo modo el del Hijo. Y la misma inscripcion pudo ponerse en uno que en otro: resucitó , no está aquí, sin añadir más diferencia que la dela virtud propia en la, resurrección del Hijo , y la de Dios en la de la Madre. Vamos pues á ver cómo sucedió esto. Una vez encerrado el cuerpo de la Virgen debajo de la tierra, pensaron los Apóstoles en relirarse cada uno á la region en. que:se hallaban: predicando el Evangelio: pero. había allí- una especie. de iman que los: atraía , y sujetaba al paraje donde estaba sepultada su Señora. Ni hay que extrañarlo: po:que continuaban en el mismo lugar las músicas de los ángeles, 'y ellos mismos en compañía de los fieles alternaban con los espiritus soberanos , cantando sin cesar-las glorias de la Virgen. »Había en esto, dice San Isidoro de Tesalónica , una disposicion del cielo; pues si bien el amor y la reverencia que tenian los Apóstoles á la Virgen , era una especie de cadena que los ligaba 4 su sepulero, Dios lós detenía allí, sin embargo, á fin de que fuesen entonces espectadores, y despues predicadores y pregoneros , de un portento que vamos á describir (2). «Por causas desconocidas había fultado, dice:, uno. de los Após— toles del Señor; y no habiendo llegado á tiempo, no pudo. tomar parte en el acto solemne y extasiador del entierro de la Virgen. Pero, euando la tercera aurora derramaba su luz por los valles de la Judea, se ve llegar 4 Jerusalen al Apóstol, cuya presencia tanto se había de- seado Lo primero que Oye es, que á los demás Apóstoles les ha su- cedido lo mismo que á él; pero no puede ménos de dolerse , y se duele en efecto, de haber venido no sólo el último, sino tan tarde, que no ha podido, ni aun ver el cuerpo muerto de su tan amada Señora y Reina, la Madre de sn Maestro. Mayor es su pena, enando sabe que habían ocurrido tantos hechos fuera. de lo natural en la pompa fúnebre, la (1 Isidor. Thessalonic., sérm. de Dormit, Deipar... nó XXIX. (2) Serm. de Dormit. Deipar.., Y XXVII.
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