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4492 en ella todas aquellas afrentas y ludibrios. que sufrió el amado Jesus; lo que hacían entonando salimos y cánticos de un modo singular, que nosotros no podemos imitar, porque estos cantares demandan voces especiales que nosotros no tenemos (1).> Cantando de este modo, y en medio de varios portentos que 0cu> rrieron (2), llegaron por fin aquellos sagrados conductores al sitio; donde debía darse sepultura al cuerpo sagrado, y allí lo colocaron: en el sepulero preparado de antémano. Muchos y grandes fueron los prodigios que acaecieron en el trán; sito feliz de la Virgen y en su traslacion gloriosa. «Se va,y es trans» ferido 4 los cielos el trono animado de Dios , dice San Juan Eucaitense; es ensalzada el arca de la gloria : la fuente de la luz transmigra al paraíz so: el tesoro de la vida pasa á la verdadera vida; ¡cuántos son los mi- lagros que forman cortejo á este dichoso tránsito!» (3) Al presenciar 1) De Dormit. Deip., n.* XXIV. (a) Cuenta San Isidoro de Tesalónica, que los judíos se irritaron sobre manera, al ver la grandeza con que se hacía el entierro de la Vírgen,'ha: biéndose exasperado rabiosamente, despues de haber sabido que habian venido á Jerusalen los discípulos de Jesus, y que eran ellos precisamente los que querian dar la mayor solemnidad al acto del enterramiento, lle- vando sobre sus hombros el cuerpo muerto de la Madre de aquél, á quién ellos habían crucificado, y en quien aún no habían querido creer. Deter- minando por tanto desbaratar aquella reunion, llenos de furor, se arman de palos, de clavas y de espadas, y salen en tumulto á acometer á la-bur; ba de fieles. Pero he aquí, dice el Santo, que Dios ostenta su oder misé- ricordioso, y cuando pudiera hacer que cayera fuego del cielo, y falii- nasen rayos las nubes, Ó que se abriese la tierra; como en tiempo de Da: tan y Aviron, y destruyese á los impíos, no quiso hacer más milagro que el de dejarlos á todos ciegos de repente.» Este es el primer portentoque el Santo refiere. «Pero, dice todavia el Santo, un sacerdote perteneciente al Sanhedrin, y precisamente de aquellos que erucificaron á Cristo, Jleño de furor arremetió con sus dos manosal féretro, pretendiendo echarlo 4 tierra. Mas, en el acto se le arrancaron las dos manos, quedando suspen- didas al sarcófago. Lo que fué una gracia de Dios; porque el infeliz viéns dose tendido por la tierra, y sin manos, y entre dolores horribles, pidió érdon á los Apóstoles, suplicándoles que rogasen á Dios y á 20 Se- ñora que le perdonasen; pues reconocía su crimen, y confesaba con sin» ceridad, que aquella Señora era Madre de Dios. ¡Cosa rara, dice el Santo! Apénas pronunció estas palabras, las manos se desprendieron de la caja, y fueron á buscar las muñecas del pecador arrepentido, que levantaba sus brazos en actitud suplicante. Ni cesaron aqui los portentos, pues los Apóstoles dieron al convertido una hoja de la palma. que el arcángel trajo. del cielo á la Virgen. mandándole que fuese á los castigados con la ceguera, les predicase las ¿gran dezas de Jesus, les anunciase el perdon de sus culpas, si creian en él y.se bautizaban, y que si así lo confesaban y prometian, Locase sus ojos con la hoja, y quedarían:sanos, habiendo su- cedido así, (Serm; de Dormit. Deip,..n. AMY, XAYL) (3) Serm. in Deip. Dormit., n.” XvrL.
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