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392 tuyo jamás.ni pudo tenez enfermedad alguna, ni aun la mas ligera in- disposicion , la eficacia é intension del amor de su Hijo había llegado á tan sublime grado , que no podía ya el cuerpo estar por mas tiempo en la tierra; atendido que el almá deseaba volar 4'Wnirsecon Dios en la patria celestial. . ' Lá que no contrajo el pecado “no podía sucambir: bajo él peso de nuestras enfermedades ;+ padecía una ;- y ora esta la; enfermedad del amior divino , que'sia consumie las fuerzas del vuerpo dela: Virgen ni disminuir aquella indescriptible hermosura; queno gonoció diminución, la'obligó 4 sentárse en el hamíilde lécho [para que aquél descansase en él «mientras el alma subía al empíireo 4 “unirse con sa:Padre , su Hijo y: su: Esposo. ¡Ab! La rosa de Jericó despedía ya tanta fragancia de amor de Dios, que'embriagada ya ellá misma 'de lan sabidós aromas, se inclinabá suavemente: hácia el ovaso; para qué'el sol de justicia na- ciese , y viniese 4 cogerla y aplicarla 4 su corazon; como el objeto más precioso que tenía (1). | Hallábasé entóneés en Jerusalen su primer: obispo el apóstol San- tiago el Menor , miéntras los demás'se encontraban dispersos en todas las naciones conocidas, excepto Santiago (el Mayor que'algunos años antes había padecido el martirio. Mas querta la: Madre de la Iglesia tener-el gusto de ver, 'ántés de separarse de'lá tierra; 4 estus ángeles, que llevaban por todas partes el conocimiento de su Hijo y santificaban la: misma tierrá cón'sus pasos: y no tardó'mucho en ver satisfechos sus deseos, porqúe aquél que: mandó 4un Angel que: tomáse 4 Habacuc por un cabello de la córonilla de su cabeza , y lo llevase en un instante á centenares. de legúas de distaficia que: hay entre la: Judea y Babilo— nia (2), trasladó milagrosamente á sus Apóstoles, para que fuesen á recibir de sti Madre un'consueló para.sus cotazónes,'y á rendirla los homenajes de amor / que merecia tomo 'su Mádre'en él órden de la gracia, y los Ue veneración y honor 4 que era acreedora tomo la me- dianera. entre, su. Hijo. y los hombres,.y. la,abogada, de los pecadores. ¡Qué espectáculo: tan: nuevo. y sorprendente! Allí Pedro, que. venia de Roma, donde había disputado ya el imperio de la: idolatría, para quitar del orgullóso Capitolio al Júpiter qué yá, no tehla rayos, ni. voz, y poner.ea su lugar al Hijo, de María que, lo había, confundido : allí Pablo, que con su saber había llenado de:asombro:al Areópago de Ate- nas, y al Palatiño de Roma :alll'Andrés, que dhdába entre los griegos NO En éstos mismos términos habla San Juan Eucáiténse, y dice así : «Nada era bastante 4 dar'un lenitivo á la Madre que deseaba intensa- mente ver á su Hijo, y se enfermaba por efecto del amor de que era dig- no tal Hijo. Y no pudiendo soportar su ausencia, A quelo llevase ya á su compañía.» A in Deipar. dormit., n.? XVI. (2) Dan. cap. 14, v. 35.

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