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374 gar én el tránsito de su Hijo por los espacios ; contempló su ' llegada á las puertas del cielo: asistió en espiritu 4 su entrada triunfante en la gloria y á la posesion que tomó de ella para sí y para los escogi- dos, sentándose á la diestra de sú Eterno Padre. Para los ojos del cuer- po aquel espectáculo estaba reducido 4-observar la maravilla estu- penda de ver á Jesus subiendo por su virtud, atravesando los espacios; pero el espíritu podía yer más, pues asistían al rededor del Redentor millones de almas, cuyas cadenas había roto, las cuales estaban ala— hando 4 su Libertador, y se hallabán' prontas 4 emprender con Jesus su marcha triunfante hácia el empíreo: la Virgen veia bien todo esto: veía que estaba allí el coro de los Patriarcas, esperando que los Angeles entonasen el cántico de alabanzas, para seguir ellos en com- pañía del coro de los Profetas, del de los Sacerdotes y Levitas , y del de los Reyes y Jueces, y bendecir 4'su Redentor: cuantas almas se salvaron haciendo actos de contricion al descargar «el diluvio, cuan- tas sirvieron 4 Dios en tiempo de la ley natural, y cuántas Observa— ron la de Moises , todos estaban suspensos esperando que alguno die se la primera voz, para modular el himno más'auguslo y venerable que oyeran jamás. los espacios, y nada de esto se ocultaba al espíritu de la Virgen. Fué entre tanto-la Reina de- los Angeles y los Santos la que ém- pezó en espíritu el himno de glorias de su Hijo' que triunfaba; y apé- nas éste bendijo 4 sus discipulos y empezó á subir á las alturas: «Le- vántese Dios mi Hijo, dijo la Madre, y -disípense “sus enemigos, y huyan de su rostro los que no lo aman (1). Cantad al Señor, oh san— tos y justos, y modulad acordes un himno de gloria á su nombre, pues se llama el Señor: inclínense los collados del mundo, al yer cómo recorre los caminos de su eternidad (2):--sírvente, 0h Hijo mio , de carrozas las ligeras nubes, y vas caminando- en las alas de los vientos (3): te:paseas ya en las arenas de tu alcázar , que son las estrellas ; tú las llamas con su nombre, y ellas te obedecen (4): ale- graos, oh cielos, porqué llega 4 vuestros limites el que os extendió como una piel (5), y os mide con su mano: alegraos, todas las gentes, y unid vuestras vóces de júbilo al concierto celestial, porque mi Hijo Dios sube eñtre voces de: alegría y entre los sonidos de las trompe- tas (6) , llevaado consigo ya libre'4 la gran familia de los cúuti- vos (7). ¿Qué haceis ya en tanta quietud , oh guardas de la celéstial Sion ? ¿Por qué están aún cerradas las puertas de la inmortal Jerusa- len? Córranse ya sus cerrojos eternos , y dén paso á- mi Hijo y 4 la 1) Psalm. 67, v. 2. la) Habacuc, cap. 3, v. 6. (5) Psalm, 103, y. 2. (3) Psalm. 103, v. 3. (6) -Psalm. 46, v. 4. (4) Psalm. 146, v. 4. (7) Psalm. 67, Y. 19.
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