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Pm... me 09 l que muriese Dios y viviese el asesino ; y adorando el insondable abis- mo de los juicios divinos, determinó con sabiduría altísima ser la com- pañera.de su Hijo.en la muerte, ya que lo había tenido á su lado toda su vida. Mas ¿cómo podrá franquear las masas agrupadas en todas direcciones ? ¿Cómo pasará al través de los escuadrones de soldados, que con lanzas y alabardas defienden los lados del acusado, temero- sos como están de que se les fugue ,;Ó de que vengan quizás sus dis cipulos y lo arrebaten , habiéndoles dicho los fariseos , que él tiene pacto con Belcebú, y que sus: secuaces pertenecen á la gente más soez y atrevida de la Galilea? María lo meditó con aquella sabiduria profundísima , que poseía, como dice San Bernardo, de un modo in- creible, y lo ejecutó coo un valor , que sólo puede tener orígen en el corazon de tal Madre (1). No habían desaparecido en los espacios los ecos de las últimas pa- labras del anatema deljuez contra Jesus, cuando los judíos se apres= taron á traer la enorme cruz , que desde el amanecer tenían prepa— rada: y entregada que fué á los ministros de justicia , se apresuraron éstos á vestir al Redentor con sus propias ropas , para que fuese co- nocido de todos: y rodeando á su cuello una áspera soga, y apretan= do su cintura con una larga cadena , pusieron sobre. sus hombros el duro madero, y dada la señal , empezó á marchar Ja alborotada tur= ba , enderezando sus pasos al monte llamado de las calaveras , por estar todo lleno de las osamentas de los supliciados. ¡Espectáculo ho- rrendo por cierto, digno solamente de la ciudad , que por su obsti- nacion en el pecado se ofreció con gusto á ser el verdugo, que for- mase el cadalso , en que iba 4 morir un reo , santo por esencia , y 4 levantar la cuchilla sobre la víctima , que por su voluntad daba su vida para destruir y borrar el mismo crimen que los judíos cometían. Desplegados á los vientos los negros estandartes y resonando sin cesar los ecos del clarin', yan marchando por órden las huestes ro- manas tremolando las banderas del imperio , y erizando con sus picas aceradas las calles y plazas, por donde camina Jesus con su cruz, para que nadie se atreva á acercársele,, ni pueda. proporcionarle una evasion. Como un enjambre de innumerables abispas puestas en fu- ror, va confusamente toda la ciudad , sin que cese en todas direccio- nes un rumor pavoroso de miles de voces , de toda edal., sexo y con- dicion ; pues todos quieren apoderarse de algun risco del Calvario, para. yer,á su placer morir al gran Profeta. ¡Ah! El sacerdote, olvi- dado de la mesura y grave continente, que lo.debe distinguir-entre todos los hijos de Abrahan , va confundido con el populacho, y todos auna maldicen al inocente reo, porque la. Ley anatematiza á todo el (1) Sup. Signum magn. la MN 19 ¿Y ¿All á |

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