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356 mero de los que en él son tenidos por necios , pues en esta santa ne- cedad del desprecio de las riquezas , de los placeres y honores munda- nos y dela abnegacios de si mismo , están encerrados los tesoros de la sabiduría de Dios. 2.1. La calle de la Amargura. Sólo la fe de la Madre de Dios podia contemplar , sin vacilar ni titubear , las escenas terribles, que pasaban cuando su Hijo permitió ser presentado á los tribunales humanos, para ser juzgado 'por- éllos: pues por ser los jueces hipócritas y corrompidos, como eran los sa— cerdotes y senadores de Jerusalen, vanos y lujuriosos, domo" era He- rodes; injusto y venal, como lo fué Pilato, los testigos inicuos y mal- vados, y el pueblo todo feroz , ingrato y carnal, llegó Jesus'4 tal es- tado, que bien pudo decirse dé él, que era gusano y no hombre, oprobio de los hombres y desecho de la plebe. Casi cinco horas se pasaron entre llevar y traer al Redentor de unos tribunales á otros, tratándole en una parte de blasfemo y digno de muerte, en otra de fátuo y sin sentido comun, y en otra de plebeyo, que sin miramiento ni reclamacion de la ley podía ser azotado como un esclavo vil, y en- tregado 4 la soldadesca' para que se divirtiese con él con tanta eruel- dad como ironía. "En esta conflagracion' horrenda de toda una nacion contra un hombre, no hubo apénas una lengua que pronunciase una' pálabra para sostener la inovencia del Justo ; como si Jesus hubiese sido el sér más abominable que hubiera bajo del 'sol; '6 como si aquel puéblo, 4 quien tantos favores había prodigado, y que tantas palabras santas habia oido, no hubiéra conservado de la naturaleza humana más que la figura exterior, convirtiéndose en lo demas en raza de hienas. Y en efecto, tales parecian ser las turbas , que contra el dietámen del Juez sostenían que Jesus era peor que un ladron , pues no merécía en su concepto que ni por piedad ni por ocasion de la fiesta de la Pascua se le perdonase la vida. ¡Ah! La única que entre aquélla inmensa muchedumbre sabía infaliblemente lo que valía Jesus , era su Madre. ¡Qué actos de fe heroica no haría, cuando vierá que el Criador del cielo , de los ángeles y de los hombres era reputado pór ménos digno de vivir que un ladron y un asesino ! * Grande y mayor que la de todos los Patriarcas fué la fe de María Santísima, y era ésta la que la sostenía en medio de la calamidad ex- trema , á que su Hijo se habia reducido por su propio querer. Con- moviósela el corazon , al oir los ecos del ministro que leía la senten- cia de muerte contra su Hijo : horrorizóse al' vir que el pueblo pedía

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