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mp. y 934 dentor en aquella hora, que pasó, escondida con sus compañeras llo— rosas-en-los ángulos más oscuros de aquellos muros, dentro de los cuales se cometían tantas iniquidades! Un juez inicuo, que tiene bastante criterio para conocer la inocencia del preso ,no- tiene valor para defenderla ; y arrástrado de lás miras de una política mundana, primero adopta medios prohibidos por la razon y la justicia , para aplacar el furor del populacho; pues manda dar á Jesus un castigo, paliado con el nombre de correccion, siendo en realidad una pena capital, puesto que, no sólo un hombre sino veinte, hubieran muerto con el diluvio de azotes, que mandó dar al Redentor : despues permi- te que sus soldados lo conviertan en rey de farsa, y yue lo coronen con dolor é ignominia, presentándolo él mismo al pueblo, para exci- tarlo 4-que se compadeciese : más tarde lo nivela con un asesino sal- teador de caminos: y por fin, lo condena:á morir contra el dictámen de su conciencia, ora por captarse las simpatías del pueblo sedicioso, ora por no perder la amistad del César. Vió la Madre dolorosa todas estas escenas, sin pasársele ninguna: vió como su Hijo, obedientísimo á-la órden feroz de un verdugo, se desnudó todo, quedando sus carnes virginales expuestas á las risota- das de la soldadesca soez; lo vió atar-á la columna, y recibir seis mil azotes , empezando por su órden dos verdugos con nervios durisimos, continuando:otros des con sogas nudosas y remojadas, y concluyendo los últimos con cadenasde hierro: lo vió caer en la balsa. de su pro- pia sangre, cuando un soldado, compadecido de tanta atrocidad c0- mo seusaba con el acusado , corrió á:6l, y de un sablazo cortó las correas con que estaba atado á la columna (1). ¡Ah! Nuestro entendi- miento no tiene suficiente fuerza para comprender cómo una Madre tan amante de su Hijo pudo ver escenas tan acongojadoras, sin. caer cien veces desmayada , ó sin haberse muerto á la primera. Lloraba á torrentes la Madre, ¿dto San Anselmo (2), y salían arroyos de lá— grimas de: sus ojos castísimos, cuando veía que su amado Hijo era maltratado delante de ella. ' Sin embargo, «en medio de estos trances desgarradores la Virgen sapientísima se hallaba sumida en la contemplacion de aquella tena— cidad , con que se disputaba ante el tribunal de un juez inícuo, «quién era mas digno de vida, si el que la daba:con su poder y sabiduría á los. cuerpos, y la repartía con sa amor y misericordia á las almas, Ó quien la quitaba*violentamente á sus hermanos cOn el acero, y tenía su alma envuelta en abominaciones : porque, «el empeño tumultuoso, von que todo el pueblo pedía que viviese Barrabás , el asesino y la- dron , y que muriese Cristo ,'el dador de tantos bienes á aquel pueblo, (1) S. Birgit: lib. 1 Rev., 0. 10. (2) De compas. B. V.M.
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