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30 bros sapienciales se dice: que nadie puede medir la altura del cielo, ni la anchura de la tierra, nila profandidad del Océano. Pues bien, María es el cielo, ora porque abundó en claridad y en otras virtudes celestiales, ora porque es el trono del Altísimo, segun el Profeta que dice haber Dios preparado en el cielo su trono. María es la tierra, pues nos dió aquel fruto hendito, del euál habló el mismo profeta, cuando dice que la tierra dió su fruto. María es el mar, profundísi- mo en bondad y misericordia , por lo cual interpela la profuudísima misericordia de su Hijo por nosotros, cumpliéndose en ella la pala- bra divina que dice: un abismo invoca otro abismo. María por tanto es cielo; María es tierra; María es mar. ¿Quién midió la altura de este cielo, la anchura de esta tierra, la profundidad de este abismo? ¿Quién la inmensidad de María, sino Aquél que la formó altísima y profundísima , no sólo en gracia y gloria, sino tambien en mise- ricordia? (1)» Del modo como Dios obró en el tiempo respecto de la Vírgen, só deduce infaliblemente lo que ella era en la mente divina en la eterni- dad. «Muy. diferentemente se condujo Dios con la Bienaventurada Virgen, y con el ángel; porque con ella se mostró hijo, con el ángel Señor; y por eso es llamada templo de Dios y sagrario del Espíritu Santo (2).» Apareció en el mundo en nn tiempo marcado , como todas las demas criaturas; pero fue preordinada en la mente divina ántes que toda criatura, para que á su tiempo engendrase en sus entrañas al Hijo de Dios, y «ántes que existiese el mundo, fué elegida en el consejo de la Sabiduría eterna (5).» Existía por tanto en la mente divi- na , como vergel del Padre y florido prado de toda fragancia , como noble hospedaje de la augusta Trinidad, tomo tesoro del amor de Dios Padre, como su unigénita y primogénita (4), como hija nobilísima del Padre (5), como tálamo del Espíritu Santo, llena de gracia, toda hermosa, toda relacionada con Dios, y como esposa y Madre del Rey elerno. Como en la Virgen María sa habían de cumplir obras tan admira- bles, es ella sola entre todas las eriaturas la única en quien necesa- riamente habian do detenerse como en un centro de accion: todas las operaciones inefables de Dios cuando quisiese manifestarse á los hom- bres, y tambien todas las aspiraciones de las almas que quisiesen su= bir á tratar íntimamente con Dios. Estaba decretado que en el castísi- mo y virginal vientre de María había de vivir nueve meses el Hijo de Dios ; no era posible'por tanto que Dios estuviese con nosotros sin que María fuese el tálamo donde primero se reclinase, y la puerta por (1) S Bonav. in Specul,c.5. (2 S. Thom., Opuscul. de Charit. (3) San Pedro Damiano, Serm. 15 de Nativ. Virg. (4) S. Juan Dam.,Orat. 1. de Nativ. (3) -S. Bonav. in Specul. ,c. 1.
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