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29 la especie humana, tenía relaciones de asimilacion con los ángeles, por ser racional y espiritual, aunque por su naturaleza era inferior á ellos ; y con las otras criaturas inferiores al hombre , por serle comu- nes con ellas algunas propiedades. Pero entre los individuos todos de la especie humana y esta notabilísima Señora , que tambien pertenece- ría á la gran familia , había una distancia infinita; porque ella sola entre sus innumerables vástagos tenía el destino de engendrar algun dia de su propia sangre al mismo Dios cuando se hiciese hombre; y este Dios amoroso la veía en la eternidad , y la sacaría de la nada tan sólo para eso, cuando llegase el momento decretado por su providen- cia. Por lo tanto, el solo objeto de la existencia de esta Virgen, no sólo la hace mil y mil veces superior á todos los hombres, sino que tambien la hace pasar por todas las gerarquías de los ángeles, hasta llegar al punto más culminante que puede haber en la categoría de las criaturas. Como el fin de la creacion de la Vírgen María era para que con— cibiese y engendrase á su debido tiempo al Hijo de Dios, era desde luégo un sér que , si bien pertenecía á la categoria de pura criatura, formaba sin embargo una gerarquía media entre Dios y los ángeles; y á pesar de ser infinitamente ménos perfecta que Dios, que sería su Hijo, era infinitamente más perfecta que los ángeles, por ser su Ma- dre. Nada hubo más excelente y perfecto que esta Virgen en la men- te divina, despues de la excelencia y perfeccion del Hijo del mismo Dios. «La vara de Jesé , dice San Pedro Damiano, precursora de la luz verdadera , resplandeciendo en aquella luz inaccesible , tenía de tal manera la dignidad de los dos espíritus, el celestial y el terrenal, que en comparacion de ella, ni pueden éstos aparecer ni aparecen. Sucede con ella y los ángeles y santos lo que acaece con el sol y las estrellas, pues cuando sale aquél, todas se esconden como si no exis- tieran. Considérese qué irradiacion tan copiosa y resplandeciente , y qué fulgores tan luminosos no rodean al disco solar, cuando todo as- tro queda ofuscado en su presencia. Así sucede con la Vírgen, pues colocada entre las almas de los santos y entre los ángeles, sobrepuja los méritos y los títulos de todos, superando á una y otra naturaleza, ora por la inmensidad de la gracia , ora por el resplandor de las vir= tudes (1).» Se esconde á las investigaciones humanas lo que era en la mente divina la Virgen María; y para rastrear siquiera algo de su valor, no nos queda más recurso que apelar á la comparacion, diciendo que valía ella sola para Dios más que todos los hombres y los ángeles jun- tos. «¿Quién puede medir la inmensidad de María? En uno de los li- (1) Div. Petr. Dam., Serm. de Annunt.

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