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357 »mayor recogimiento, quien las conoció más profundamente y quien ras retuvo con más solidez : fué tambien ella quien con más amplitud alas trasmitió á los apóstoles y discípulos , refiriéndoles cuanto conve— »nía con diligencia y esmero, y con toda solicitud, y enseñándoselo ráos fieles con caridad maternal (1). » Muchas tuéronlas-penas que padeció la Virgen en estos viajes, siendo la menor de todas las privaciones y el cansancio: otras angus- lias, que tocaban: más de cerca ásu corazon, eran las que más la atormentaban; porque como la Providencia divina la había destinado ávser el modelo de todos los estados de la vida y el ejemplo de todas las virtudes, fué pasando incesantemente de un lance 4 otro, teniendo cada uno'sus dificultades y peligros , y en todos: ellos se mostró pru- dente, recatada , constante, humilde, sufrida y resignada á-la volun- tad divina: Uno delos parajes donde'más padeció su corazon, fué la ciudad de Nazarelh,-en Ja cual: parece que sus: vecinos no debían' caber de gozo dentro de:si mismos, :al ver que “había salido de entre sus Hijos un hombre tan admirable, tan benéfico y tan sabio:' sin embargo, habiendo entrado Jesus un dia: de sábado en la Sinaguga, y predicado con elocuencia divina sobre el cumplimiento de las profecías en su misma persona, los Nazareitas se indignaron contra él, gritando al temerario, al atrevido -que se arrogaba tanto honor , fuando sabían que era el hijo de un artesano y de María, y conocían á sus parientes, que eran todos pobres (2): y levantándose en tumulto lo llevaron á la cima del monte encuya meseta estaba edificada la ciudad , para pre- cipitarlo.. Y por cierto , no sería poca la amargura de su Madre, al saber todas estas tropelías, que sus conciudadanos cometían con su Hijo , confirmando más y más el proverbio que dice, que ningun Pro- feta-es bueno en su patria: pues.si bien” sabía mejor que nadie, que ninguno tocaría 4 su Hijo , hasta que él no se pusiese en manos de sus enemigos. para consumar el sacrificio, su corazon de Madre la hacía temblar: pór'su vida , partiéndosele al mismo tiempo de dolor, al ver cuánto ofendían aquéllos enemigos de su Hijo al Señor por Jas maquinaciones que contra él inventaban. Los mismos deudos de Jesucristo segun la carne causaron no po- cos sentimientos á4:la Virgen ; porque confiuyendo los pueblos á oir la palabra-divina, invadían en tropel las calles de Cafarnaun , donde el Redentor vivía de continuo; y era tan fuerte la instancia con que que- rían verlo, hablarle , y oirlo, que ni áun le daban tiempo para comer. Venían tambien mezclados con las turbas algunos grupos de gente (1) Div. Bernard. , serm. super Missus est. (2) Luc., cap. 4, v. 22. 99) a
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