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318 contornos, no dejando rincon, hondonada , cerro, monte, valle, ni recodo, que no registraran, aunque sin provecho, habiendo llegado la segunda noche más lóbrega aún y más triste para la Madre , pues no podía encontrar á su Hijo. Hacia ya dos dias, que el corazon de María estaba despedazado de pena: y viendo que su Hijo no parecía, determinó volver á Jerusalen, para ver si quizás algun pariente ó amigo lo tenía en su compañía: pero todo fué inútil, atendido que Jesus se hallaba , nó entre sus parientes segun la carne, sino en casa de su Padre , en su propia casa, en el templo. Dirigió hácia él sus pasos la desconsolada Madre, creyendo que podría estar su Hijo oran- do en el sagrado recinto, y apénas había penetrado en sus primeros pórticos, empezó su alma á respirar, como quien sale de entre las olas del impetuoso torrente, donde ha combatido mucho tiempo entre la muerte y la vida. María empezó á oir los dulces ecos de la voz de su Hijo; oyó, tambien voces de aplauso y de alegría de mucha gente ren— nida: voló como paloma que encuentra el nido donde guarecerse, adonde veía que estaba agrupado el puebloen actitud extática, y vió á su amado Jesus, que estaba sentado en medio de los doctores, oyén- doles, preguntándoles y respondiéndoles con tanta sabiduría, que los tenía llenos de asombro (1). Difícil es imaginarse , qué gozo tuvo en aquellos instantes la Vír- gen sagrada , pues fué aquel momento un pasar de muerte á vida, y en él sintió María en toda su extension los inefables placeres de la mater- nidad divina, habiendo pasado del martirio del amor perdido á la nueva posesion del amor hallado. « Vióla venir el Santo Niño, dice el doctor Seráfico, y levantándose de la cátedra de los doctores, corrió á ella, y la abrazó, estrechándolo su Madre consigo, y besándolo mil veces, sin poder por el momento decirle una palabra, porque el gozo anudaba su lengua. Al fintdespues de haber desahogado su amor maternal, le dirigió la queja amorosa de su corazon, y le dijo que hacia ya tres dias que su padre y ella lo buscabim con dolor (2).» ¡Oh, qué admirable es la economia del Señor en su trato con los hombres! La única accion que se refiere de Jesucristo en su niñez, es (1) Luc., cap. 2, v. 47. (2) El Padre San Bernardo pondera aquímucho la inferioridad de los ángeles, comparados con la Virgen, y dice estas palabras. (Homil. 4 de Laud. Virg.) María llama á Dios, al Señor de los Avgeles, hijo diri- giéndole estas palabras, me ¿por qué te has portado así con nosotros? (Luc., cap. 2, v. 48a) ¿Quién de los ángeles se atreve á esto? Bástales, y lo tienen ya por mucho, que, siendo por su condicion espíritus, hayan sido hechos y iiiados ángeles, como lo afirma David, cuando dice que Dios hace ángeles á sus espiritus. (Psalm: 103, v.4.) Pero, María, reconocién- dose Madre, llama con toda confianza hijo suyo á aquel Señor de majes- tad infinita, á quien los ángeles sirven.»

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