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317 el alma de María : helósela el corazon de dolor, sumergiéndose en la tristeza, más profunda , que cabe en una madre : y al respirar despues de exhalar un aye, que hiciera llorar á los ángeles, se sepultó en la más honda sima de humildad á dogde haya descendidojamás una pura criatura, inocente é impecable, diciendo llena de amargura : « ¡Ab, Hijo de mi corazon! Veo que no te he guardado como debia (1).» La Madre inmaculada se acusó á si misma de la ausencia de su Hijo, quien se había quedado en Jerusalen, para llenar uno de los misterios de su sabiduría, y empezar á enseñarnos cuán grande era la humilla- cion tomada por nuestro amor, pues teniendo un Padre en el cielo, se sujetaba á su Madre en la tierra, para que aprendiésemos en él á su- jetarnos por su amor á toda criatura. No llegó todavia el dolor al últi- mo extremo, por creer la piadosa Madre que su Hijo podria venir to- davía en algun grupo rezagado: pero fueron llegando todos sin Jesus, y entónces fué cuando su corazon entró en la mas deshecha borrasca, como barquichuela que entre horrendas detonaciones del cielo, y em- tre espantosos torbellinos nocturnos , pasa de una ola furiosa á otra, que parece que viene á sepultarla en el profundo. Agolpáronse unas tras otras mil ideas en Su corazon: Simeon, la espada, las contradicciones , Herodes, los inocentes, Arquelao, eran objetos que la asaltaron en el acto, pues temía que alguno hubiera podido reconocer á su Hijo, y entregarlo á su enemigo para matarlo. «Salió pues sin tardanza , dice San Buenaventura, á recorrer las casas de sus parientes y conocidos, siguiéndola el Santo José, que inconso- lable iba llorando ,» y diciendo sin cesar : ¡ Ay! ¿Dónde estás, oh en- viado de Dios? ¿Dónde te hallas, oh depósito celestial, que he recibido para guardarte? Siendo vanas todas las diligencias , se volvió la Virgen á su casa, y entrando en un “aposento, empezó á orar al Padre Eterno, rogándole que pues era clementísimo y piadosísimo”, y la había dado su propio Hijo, no se lo quitára más, que perdonándola su negligen- cia, viese la amargura de su corazon, y se lo devolviese si lo tenía con- sigo, pues no podía vivir sin él. Hablaba con su mismo Hijo , dicién- dole que desde que había nacido, siempre lo había tenido junto á sí, y qué no podria vivir un solo momento, si no volvía 4 su lado (2) Vol- víase á los cielos, 4 la tierra, á los ángeles y á toda criatura, pregún- tándoles si habían visto al amado de su corazon, y nadie la respondía. Así pasó aquella noche triste la inocente paloma , llorando sin consuelo, y pareciéndola más larga que una eternidad. Al despuntar la aurora, salieron los dos esposos á recorrer todos los caminos de los (1) Video quod non bene custodivi filinm meum. (Div. Bonavent., Medit. Vit. Christ. . cap. 15.) (2) Medit. Vit. Christ. cap. 13.

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