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307 bárbaras que habia visto el mundo. Los soldados de Herodes habían asediado los valles y contornos de Ramá y Efratá, y despues habían entrado numerosos satélites, causando la confusion más horrorosa que pudiera imaginarse. Viva el gran Herodes y muera el nuevo Rey, era la consigna de estos verdugos , y publicáandola con rugidos de ti- gres; entraban armados de grandes cuchillas en cuantas casas ha— bia , haciéndolas resonar con este grito, y derribando con cada golpe desu acero la cabeza de un niño , hasta que no dejaron uno que tu= viese dos años. El horror y el espanto cundieron entónces por las comarcas de Bethlehem , y los alaridos de las madres fueron extendiéndose hasta los más remotos confines de la region, cumpliéndose entónces una profecía llena de tiernas emociones. Jeremías al ver que por las cer- canías de Efratá pasaban cautivos los niños y los mancebos de la fa- milia escogida , fijó su mirada en el sepulcro de Raquel que se halla- ba alli, y vió á esta madre amante de sus hijos prorumpir en lágri- mas y en voces de dolor, llorando por la pérdida de éstos , sin que= rerse consolar, porque ya habían desaparecido (1), Pero, aquel llan- to y aquellos lamentos que el Profeta contempló en Raquel difunta, eran ahora una realidad: lloraban las madres , lloraba la sinagoga, lloraba Jerusalen, lloraba toda la comarca ; y los collados repitieron los ecos confusos de las madres, que gritaban sin consuelo, los lloros de los niños que plañían cuando los sayones los cogían por los pies para degollarlos, y los rugidos de lós mismos sayones que aullaban con feroz alegría: y este eco fué , por decirlo así, de cerro en cérro, de otero en otero , de montecillo en montecillo, hasta que llegó al Egipto, é hirió los oidos de la-Vírgen y heló por unos momentos su corazon, pensando con lágrimas en los ojos en la vida del Niño, que estrechaba en su seno, y dándole afectuosas gracias , porque lo ha- bía salvado de la muerte , pasando tantos trabajos en el viaje: aunque para su corazon eran todos , ántes que espinas, rosas y claveles que la daba su amado Jesus , con solo verlo ya salvo (2). Llegaron por fin á la. ciudad de Eliópoli, situada junto 4 las co- rrientes del Nilo, y dice la tradicion que bajo la sombra de un árbol que había junto á una de sus puertas estuvo descansando la Virgen Madre (3). No es decible la alegría que sentiría su corazon al estar (1) Jerem., cap. 31, v. 15, (2) Dolor meus non erat minimus, quem habui, quando filium meum deferebam in ¿eyptum. et quando audivi pueros innocentes ocei- di. et Herodem persequi Filium meum, (S. Birgit., lib. 4 Revelat., capi- tulo 58.) (3) Dice Sozómeno, que cuando la Virgen se sentó debajo de este ár- bol para descansar, se inclinaron sus ramas; hoy día existe el mismo a O | Mi 1
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