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305 ciendo de él lo poco ó mucho que llevase, 6 dándole muerte si resis- tía. Vieron éstos que venia la pobre caravana, llamándoles la aten- cion el andar humilde y patriarcal del santo esposo, que iba delante del jumentillo llevándolo del diestro, y cargando en sus hombros una alforja de viaje: más admirados quedaron al ver llegar á la Virgen cubierta con una modestia , que jamás notaron en otra hebrea, y al contemplarla apretando contra su corazon al tierno Niño. Eran dos pobrecitos los que pasaban , y léjos de excitar la codicia.de los ladro= nes, se movieron á piedad , dejándolos pasar con signos de reveren= cia (1). ¡Ah ! ¿Cómo tendría el corazon la piadosa Madre, desde que columbró esta partida de hombres armados hasta que los pasó? ¿Qué coloquios tan tiernos dirigiría á su Hijo? Pasaron pues estos peligros, y llegaron á Gaza , en donde probablemente el Santo José dejaría la cabalgadura de las montañas en que venía su esposa , tomando una que fuese acomodada para pasar los vastos y áridos arenales del de- (1) No queremos dejar de decir que hemos leido en autores dignos de respeto, que se conservó por muchos siglos en Oriente la tradicion si- guiente : á saber, que sorprendido el capitan de estos ladrones al ver al venerable esposo, que caminaba por delante llevando al jumentillo del diestro, y al considerar la modestia de la jóven que lo cabalgaba , y la ternura amorosa con que estrechaba á su tierno niño contra su pecho, se le conmovieron las entrañas: y léjos de hacerles mal alguno, les rogó que descansasen y se hospedasen ensu morada, prodigándoles cuanto cumplía á una hospitalidad cordial. Ni falta quien diga que este hom- bre, continuando en su vida de depredacion por más de treinta años, cayó por fin en manos dela justicia, y era uno de los que morían al lado del Redentor, y precisamente aquel ni dichoso , que confesó. la di- vinidad de Jesucristo , defendiendo su inocencia contra su compañero que lo insultaba. Sin embargo, debemos decir, que ni despreciamos estas tradiciones, porque estando todo ello en la esfera de las cosas po- sibles , no hay razon para desecharlo sin motivo , ni tampoco les damos más fe que la que merecen los que las refieren. Ello es que Santa Brigi- da en el libro cuarto de sus Revelaciones, capítulo 36, dice estas pala- bras puestas en los labios de la Virgen : mirabiliter servati fuimus ad in- vidis. Milagrosamente fuimos librados de las manos de los malos. Hoy dia aún se conserva en la Judea la tradicion de que, habiéndose la Vírgen escondido en una cueva al huirá Egipto, estando dando de mamar al niño Jesus, cayeron al suelo algunas gotas de su sacratísima leche, volviéndose blanca toda la tierra de la cueva. Y todavía van á esa cueva , no sólo los cristianos sino las mujeres turcas , á coger aque- lla tierra blanca, y conservarla con veneración. ¿Podrá negarse la exis- tencia de este hecho cuando despues de diez y ocho siglos , aún se con- serva la tradicion en la Palestina? Nada es imposible á Dios por cierto: pero léjos de negar estas cosas, aunque no las creamos sino como tradi- ciones puntos, hemos de adorar á Dios, que no ha querido que supié- semos las particularidades milagrosas de su fuga á Egipto, las cnales, á no dudarlo, debieron ser muchas y muy notables, 2) A A En, AP
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