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305 ciendo con el dolor la ternura, lo acariciaba y lo arrullaba , lo aplica ba á sus labios y á su seno, y conteniendo el Niño sus lloros, enju= gaba la Madre sus lágrimas y las del Niño. Así fueron caminando los santos esposos desde el valle de Esdrelon hasta pasar de Jerusalen, in- ternándose por quebradas pedregosas, y trepando por ásperos sende- ros, decididos como estaban á sufrir toda especie de trabajos y pri- vaciones por tal de salvar al santo Niño. ¡Ah! Esta prontitud con que la Virgen ejecuta las órdenes de Dios confunde nuestra tardanza en corresponder á las inspiraciones celestiales. Sepamos, sin embargo , que quizás depende nuestra sal= vacion de poner en obra inmediatamente lo que Dios nos inspira. Una inspiracion despreciada puede ser causa de nuestra condenación: mu- chas almas llegarían á una santidad consumada, si desde su juventud contestaran á la voz de Dios , diciéndole con Samuel que hablase, pues estaban dispuestas á oirlo (1). ¡Oh piadosa Madre! yo soy el alma ingrata, que no ha dado oido á las amorosas inspiraciones de la gracia de tu Hijo ; pero creo firme- mente , que debo á su infinita bondad el conocimiento que tengo de mi ingratitud, y que, aunque estuviese muerto ahora mismo en el pecado, viviría al instante, si oyese su voz vivificadora, pues él es es- piritu y vida. Haz, pues, oh amabilisima-Señora, que oiga yo siem- pre su voz, y que responda á sus suaves llamamientos, diciéndole, que obedeceré á sus mandatos , y lo amaré. sin interrupcion por los siglos de los-siglos. Asi sea. 2 Il. El desierto de las arenas y Eliópolis. Un sentimiento de tristeza asomó al corazon de la Virgen María, al tener que dejar.su. cara patria, cuyo templo no vería en mucho tiempo y cuyas solemnidades no consolarían su alma: porque no es contrario el amor divino, por-quien hemos de abandonar la patria y los parientes, al sentimiento que suele asaltar 4 nuestros corazones en esos casos : ántes es esto lo que aumenta nuestro mérito , haciendo á Dios un sacrificio de estos mismos afectos naturales y justos de nues— tras almas : pues es el mismo Dios quien nos ha dado un corazon ca- paz de amor, quien nos manda amar á nuestros semejantes , y quien nos ha inspirado un afecto especial hácia los que están unidos á nos- otros con vínculos de sangre , á la religion santa que hemos aprendi- (1) 4 Reg. cap. 3, v. 10, A A

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