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4 ' 302 estuviesen allí hasta que por medio de su ángel les comunicase sus designios. No tardó un momento la sagrada Vírgen en poner por obra lo que José la dijo : y miéntras éste disponía lo necesario para el viaje, ella se preparo sin tardanza á la partida , sin afligirse por tener que salir con las tinieblas de la noche, ni por lo largo del viaje y la aspereza de los caminos : sólo sí, se conmovieron sus entrañas maternales, y la dió un vuelco su corazon, acordándose de las palabras, que en aque- llos mismos dias la había dicho sobre su Hijo el Santo Simeon, pues se conjuraban ya contra él los perseguidores. Levantóse , pues, en el acto, recogió algunos pañales y mantillas para su niño, arrodillóse en seguida junto á él, loadoró como á su Dios, lo besó como á su Hijo con una ternura acrecentada inmensamente con la insinuacion del peligro, lo vistió y aplicó 4 sus virginales pechos, y eubriéndolo con su man- to, subió a su humilde cabalgadura, empezando á desandar en la os- curidad de la nouhe el camino que trillara el dia anterior. Distaban ya quizás más de una jornada de Jerusalen en el camino que llevaban ha- cia Nazareth los santos esposos, cuando el ángel informó á San José del peligro que muy pronto iba á correr el Niño : lo que les obligó á retroceder, para tocarlo más pronto posible las montañas de Judea, escogiendo los caminos más desiertos y solitarios, para no tropezar con algun emisario del tirano, y poniendo en juego cuantos medios le sugería la prudencia 4 fin de no dar motivo á que se sospechase, que iban huyendo á regiones lejanas. Con cuánta cautela y temor recorriese la Vírgen los caminos de la Judea, y cuán amargas angustias pasase su corazon teniendo que atravesar todo el dominio de Herodes, y qué trabajos padeciese hasta que desembocó en las llanuras de la Arabia, no es fácil calcular ni pensar. ¿Dónde pasaría la noche? ¿ Dónde descansaria por el dia para tomar un poco de alimento? Llevaba oculto bajo su manto al Hijo de Dios, que huía de un tirano poderoso ; cenando acosado aquél por el hambre, ó por los frios del invierno, y las incomodidades del viaje prorumpía en llanto, ¿quién podía consolar á su Madre, ni contener sus lágrimas? Su corazon la hacía: temer que tras de los matorrales y malezas , ó entre las hendiduras de los peñascos, hubiese ya aposta- dos algunos satélites del Rey idumeo, los cuales saldrían de entre sus escondrijos, tan pronto como oyesen sollozar-al Niño. Temblaba la Virgen y se acongojaba, y sollozando tambien ella, decía á su Hijo que no llorase, pues sus lágrimas la partían el corazon (1): y cre- (1) Mater in lacrymis Filii sui dicebat : Fili, si vis me á ploratu ces- sare , cessa et tu : non enim possum, te plorante, non plangere. (Div. Bonavent. Meditat, Vit. Christ. , cap. 8.)

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