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296 da en el templo: se aprestaban á dar cumplimieuto á las santas Cos- tumbres de la ley, cuando hé aquí que vino 4su encuentro un anciano venerable por su aspecto, digno de reverencia por su virtud, y res- pirando ya en sus hundidas pupilas , en sus labios contraidos y en sus mejillas arrugadas una alegría , que lo rejuvenecía : crecía ésta más y más , conforme iba acercándose á los esposos, y volvióse su veneran- do rostro todu seráfico , apénas divisó al Niño que la Virgen tenía en sus brazos. Era este el profeta Simeon, varon justo , que vivía en Jerusalen esperando la consolacion de Israel, y á quien el Espíritu Santo , que moraba en él, le había revelado que él no vería la muerte, sin ver ántes al Cristo del Señor. Había pues sentido en sualma un movi- miento interior que lo llamaba al templo en aquél día, y hallándose en él; vió llegar á la santa familia , y comprendiendo que aquel Niño era el ungido del Señor , se acercó á su Madre, y recibió de sus bra- zos al precioso Niño: y mirándolo con ternura, lo aplicó á sus ya des- coloridas mejillas , lo adoró con humilde reverencia, lo selló con ar- dientes ósculos, lo bañó con abundantes lágrimas de gozo, y abrien- do sus labios , bendijo al Señor porque le había cumplido su palabra, concediéndole ver al que iba á convertir á los hombres á la verdad, como luz de lag gentes que era y glÓria del pueblo de Israel (1). Oía con devocion la sagrada Vírgen cuanto el venerable anciano decía de su Hijo, admirándose cada vez más de la inefable armonía que veía entre los acontecimientos del portal de Bethlehem y los del templo, y las palabras que el ángel la había dicho en Nazareth. Veía cosas tan estupendas, que á pesar de su sabiduría no podía ménos de admirarse del amor de su Hijo á los hombres, pues contemplaba á aquel anciano consumido por los años, vuelto niño en el Niñoque abra- zaba, y rebosando por efecto de su piedad en el vigor y lozanía de la edad juyenil (2): y así como su mismo Hijo crecía en sabiduria y gracia ante Dios y los hombres porel desarrollo paulatino que él ha- cía de su virtud increada, que ni podía crecer ni disminuir: así el nuevo testimonio que el justo Simeon'da al Santo Niño, sin enseñarla una cosa nueva sobre su Hijo, pues sabía ella sobre su naturaleza, su venida al mundo y sus futuras glorias más que Simeon y todos los Profetas , la hace ver cada vez más cuán admirable es Dios en su cari- dad infinita, con que nos ama. Nuevos motivos de santa admiracion y suavísimo gozo se presen taron en aquel momento , pues llegó en la misma hora otra venerable (1) Luc. cap. 2, v. 28 et 32, (2) Agnovitinfantem senex , factus est in puero puer, innovatus in wetate qui plenus erat pietate. (S. August., serm. 13, de tempor.)

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