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25 Y todo esto éstá en armonía con su dignidad y predes- tinacion; porque nada hay de extraordinario en que la Vir— gen, que estaba predestinada á ser Reina de los ángeles, se viese servida por ellos en su niñez, cuando vivía en el templo : ni tampoco es de maravillar, que la que concebia en su vientre al Hijo de Dios, tuviese el privilegio de que su alma santísima fuese elevada á verlo en aquel instante admirable en el cual tuvieron lugar operaciones que serán siempre incomprensibles á las criaturas , y que se le con- cediera este favor en otras circunstancias de su vida, en las cuales María habitaba en la tierra, pero teniendo su corazon y su alma, más que enla tierra, en el cielo; y no como quiera en el cielo, sino recibiendo del Padre Eterno á su propio Hijo, y entrando éste en su seno, donde con- sumaba el Espiritu Santo la obra mús portentosa de su Omnipotencia. ¿Qué podrán decir los hombres sobre esto, que llegue á explicar la realidad de las cosas con toda la extension que ellas tienen? Cuanto se diga será poco; pero por mu- chas que sean las excelencias que se atribuyan á Maria, dejándola siempre en su sér de criatura, estará en armo= nía con la verdad de las cosas. Pero no sucede otro tanto cuando se quiere echar mano de cosas puramente munda- nas, como es el lujo de los vestidos, y la cabellera retorci- da y rizada, y otros aderezos, pues nada de esto se necesi- ta para realzar la gloria de la Hija del Rey, que es toda interior (1). Ni esto , ni cualquiera otra cosa por el estilo, es conforme con la verdad de la naturaleza, circunstan- cias y propiedades de la Virgen Maria, que fué todo mo- destia , recato y virtud. Esta sencillez y naturalidad de la narracion, asi como una perfecta analogía entre la verdad de las cosas y su (1) Psalm. 44, y. 14.
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