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281 terrampido por las voces de alerta de algun pastor solitario , 6 por el sonido suave de la campanilla de algun manso animal, que rumiaba su alimento junto á algun pesebre. Apénas había en la comarca más que dos almas que velasen , entregadas las dos á la contemplacion profunda del momento admirable en que Dios visitaría al mundo , y eran los virginales esposos. Empezaba á contarse la hora más feliz, que hubiera en cuatro mil años: se habían cumplido nueve meses, despues de haber concebido Maria por virtud del Espíritu Santo: y miéntras oraba inundada en torrentes de gozo, al saber que se acer- caba el instante de poder ver á Dios santificando la tierra, se trasladó éste de su seno virginal al suelo en que naciera su padre David, pa—- sando por el claustro virginal como el rayo del sol se compenetra por el cristal , sin romperlo ni mancharlo , cumpliéndose asi la profecía que decía que una Virgen concebiría siendo virgen , y daría 4 luz quedando siempre virgen (1). Gran leccion nos dan los virginales esposos de pronta obediencia á cuanto nos mandan los superiores , aunque sea tiránico y duro, con tal que no vaya contra el honor de Dios y su santa Ley. El edicto de Augusto tenía por principio el orgullo , y por objeto la sujecion á servidumbre de todos los palestinos; pero María y su Esposo no mi- raron más que el deber de obedecer á los superiores, aunque sean discolos, pensando que el corazon del Rey está en manos de Dios (2). ¡Ah! En nuestros dias los hombres perversos alucinan á los pueblos, y los amotinan contra los soberanos , y hasta les persuaden que mue- ren como mártires , levantándose en rebelion contra las potestades terrenas, ¡Ah! Ni Jesucristo , ni sus Apóstoles enseñaron estas doc= trinas, ni los Mártires de la fe se rebelaron jamás contra sus sobera- nos. Los soldados de Juliano apóstata peleaban por defender á su Em- perador: mas , cuando éste les mandaba adorar á los ídolos, no re- sistian con la fuerza , ni hacían armas contra el enemigo de su fe, sino morían como corderos. Oh dulcísima Virgen María, tu abnegacion te ha valido ser 4 un tiempo Señora, Reina , Madre y Virgen : como Señora, tú mandas en las inteligencias : como Reina, posees todos los tesoros: como Ma= dre, tienes todos los afectos, y como Virgen, guardas las azucenas de la pureza. ¡Ea , pues, Señora! Dirige nuestro entendimiento , enri- quece nuestra voluntad , purifica nuestro corazon, y guarda nuestros sentidos, para que humildes y castos sirvamosá tu Hijo en la tierra, y lo veamos en el cielo. Así sea. (1) Isai., cap. 7, v. 14. (2) Prov., cap 21, y. 1. AIAACAATA EAN wo A DI TERA IAS
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