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275 do en él tanto más oscuro y doloroso , cuanto más se aumentaban en todos los motivos de dar saltos de alegría : era éste el virginal consor- te:dela misma Virgen. Al poco de haber ésta vueltode casa de su prima empezaron á ver- se en ella los signos naturales de la gravidez, unidos á aquella belleza que nada podía ajar, porque no tenia María ninguna de las penalida— des propias de las demas madres. Veia estos síntomas externos su Santo Esposo y parecíanle al principio ilusiones de:sus sentidos, n6 queriendo persuadirse de que fuese*cierto lo que todo cuanto vela le decía que lo era. Entre tanto-un dia se sucedió al otro, y el santo consorte se vió precisado á dar pleno asenso al testimonio irrefraga- ble que él negaba á sus sentidos, mas que no pudo negar al tiempo y á la naturaleza, que se declaraba ya con omnimoda certeza :-José no pudo ménos de creer firmemente que su esposa era madre. Nada hay tan digno de la admiracion de un cristiano, como el es- pectáculo verdaderamente celestial , que presenta la casa dé Jos6: pues él y su esposa son dos atletas, que han entrado en un combate supre- mo, en el cual tienen que ejercitar alternativamente las virtudes en grado heroico: sobre todo la humildad, la caridad, la prudencia, la justicia, la fortaleza, la templanza, la esperanza y la fe. José ha re- cibido á su esposa como un regalo del cielo, sabiendo que ésta no quería casarse con nadie, y que había renunciado á todos los derechos de la familia de David por conservarse Virgen : ju tos habían venido de Jerusalen, y jamás se habían separado en su viaje: juntos habían ju- rado al Señor que se conservarian vírgenes , y era tal la inocencia , el candor, la modestia, el recato y el retiro que veía en su esposa , que cada vez que él la miraba, sentía en su corazon ardores más vivos de amor de Dios, y deseos más vehementes de imitar enla pureza á los ángeles. Entre tanto; si José cree tan firmemente en la castidad de María, que ántes dará su vida, que sospechar siquiera que no sea fiel á sus juramentos , no puede ménos de creer que algun portento ex- traordinario é inaudito ha obrado Dios en su esposa, pues no siendo así, todas las exterioridades son un argumento contra lo que él sabe ciertamente de la santidad que la adorna. Mas, era José un varon justo, y como tal, sabía que por una par- te la razon humana no debía investigar los portentos del cielo', ni creer por otra en obras maravillosas, en las cuales no tuviese inter- vencion la Divinidad ; y como nada se hubiese dignado manifestarle el Señor, lleno de humildad, no se atrevía 4 examinar cuál fuesé el orí- gen de la preñez de su esposa. Sin embargo, siendo varon justo, es- taba obligado á observar exactamente la ley, que prescribía al esposo delatar á los jueces á su consorte si ésta se hacía grávida sin su cono- cimiento; y este pensamiento lo-atormentaba dia y noche; porque sólo el legislador podía dispensarle de esta obligacion de que él quería | ERES eE + e A e PA
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